Monday, April 5, 2010

Riquelme, víctima de un verdugo velado.


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05.04.2010 - Recordando los feroces debates sobre los beneficios y los reproches al fenómeno de la cultura de masas y los massmedia (tesis de Marshall McLuhan incluida), o las más académicas discusiones sobre las periodizaciones de la historia, no puede soslayarse que toda modificación en los instrumentos culturales o en las épocas históricas se presenta como una profunda puesta en crisis del modelo cultural precedente.

Podemos hablar, por ejemplo, de “Renacimiento” sólo después de que Burckhardt, desde su perspectiva temporal, acuñara el término después utilizado para nombrar y delimitar un determinado período histórico.

Y si a la cultura de masas nos referimos digamos que la primera toma de posición al respecto fue la de Nietzsche con su identificación de la enfermedad histórica y de una de sus formas más ostentosas, el periodismo.

Justamente Nietzsche fue quien permitió romper o reinterpretar la modernidad kantiana (que a su vez llegó para romper o superar el paradigma cartesiano). Entonces, por ejemplo,  Michel Foucault puede poner a la filosofía como superficie de aparición de una actualidad, como interrogación sobre el sentido filosófico de la actualidad a la que pertenece el filósofo y afirmar que es eso lo que caracteriza a la filosofía como discurso de la modernidad. ¿Cuál es mi actualidad? ¿Cuál es el sentido de esta actualidad? ¿Y qué produce el hecho de que yo hable de ella?

Atando de una manera posible estas visiones y bajándolas al liviano mundo del fútbol y al espeso mundo Boca podemos llegar a interpretar, salteando los escollos periodísticos que bien ponen sus protagonistas, un presente al que se le sigue velando un horizonte acaso ya trazado.

Como ya vimos alguna vez, para enterarnos de que la infidelidad y el sexo extramatrimonial fueron  prácticas demasiado extendidas en el Medioevo, no accedimos a crónicas personales ni a textos universitarios (en manos de la Iglesia) sino a los edictos y actas judiciales que quedaron escritos reiterando, una y otra vez, la enumeración de castigos a la práctica mencionada y prohibida.
Del mismo modo, para enterarnos o cuando menos, poder armar un camino de conducta dirigencial de Boca, no podemos ir a las fuentes periodísticas que toman, de uno u otro modo,  a favor o en contra, lo que la misma dirigencia se encarga de hacer publicar para velar precisamente sus intenciones.


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Acaso ya no es dato que se jugó en la Bombonera. Quizá es un momento en que denotar la localía de Boca suene a intencionales tintes de exageración o de malicia: Boca volvió a perder (hacía 20 años que Rosario Central, hoy en promoción de descenso, no ganaba en la Bombonera). Y Boca es tan tapa cuando campeona como cuando derrapa.

Teniendo en cuenta que el plan unipersonal trazado por el fallecido Pedro Pompilio  es permanentemente resistido desde el principio por el ala macrista y que los planeados resultados deportivos (y luego económicos) se presentan como un rotundo fracaso, se hace necesario desactivar lo que se transformó en una bomba: Riquelme.

Pero no Riquelme jugador sino lo que representa o hicieron que represente para la gente de Boca, la construcción mediática que se hizo, sobre el color de Boca, de Riquelme. Parte fundamental y casi fundacional del unánime (no hubo plan B), fastuoso (u$s 15 millones) y errado plan Pompilio, de eminente traza decretal que puso todo una institución, su devenir y su organización, bajo el influjo personalista.

Mientras los resultados no desentonaron o duró la inercia y el eco de los últimos festejos deportivos, no se presentaban demasiadas dificultades en propiciar y construir la imagen de Boca desde la imagen de Riquelme. El colchón que implica la hinchada más numerosa del país, los colores, el folklore, la marca y otros elementos, todos con su respectivo redoble mediático, lo hace posible.

Pero llegó el momento anunciado: Boca no funciona, llegó a lugares inesperados (?) y hay que desactivar el ajustado y personalista plan Pompilio cuya garantía de sostén en el tiempo era su personalísima presencia: Riquelme como estampita de veneración y Bianchi DT como única posibilidad de ligazón de grupo (todo atado con el alambre de los dólares que volverían según los éxitos deportivos). Un plan sin red ni tolerancia de error. Cualquier ingrediente que faltase echaba por tierra el asunto. Y fue Bianchi que, inteligente, no aceptó de ninguna manera el cargo de entrenador y así, un plantel dividido se comió a Miguel Russo, Carlos Ischia y Alfio Basile en menos de tres años y el vestuario se hizo casi irrespirable.

A esta altura, Ameal – que chocara con el sillón vacante de Pompilio – asume que la inercia del plan fallecido no alcanza a cubrir su plazo presidencial y el aquelarre dirigencial lo conmina al plan propio: sencillamente desactivar el plan anterior y tratar de evitar constituirse en el Gorbachov de Boca.


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Se necesitaba un entrenador con fecha de vencimiento, sin aspiraciones de campeonar pero dispuesto a ejecutar un trabajo sucio y velado caminando por cornisas públicas: limpiar el plantel y llevar a cabo la temida, retrasada y anunciada renovación (Abbondanzieri, Ibarra, Palermo y Riquelme). A cambio, un respaldo garantizado hasta el plazo establecido (y si te va bien te quedás).

“Alves es el hombre indicado” dice Ameal (25.01.2010).

Alves les bajó el pulgar a Ibarra y Abbondanzieri (12 de febrero): “Cuando el Pato e Ibarra vuelvan a su nivel, van a entrar. Son dos jugadores iguales al resto” - dijo Alves - “Sólo hice cambios en un equipo, no robé ni maté a nadie. No es nada personal”.

Alves sacó a Palermo (15 de febrero): Boca empataba en la Bombonera (0-0) con Atlético Tucumán y en menos de una semana disparó contra 3 de los 4 históricos con municiones reguladas según apellidos.

Pero faltaba el cuarto en cuestión, la estampita sagrada. ¿Cómo empezar la erosión?
“A Palermo y a Riquelme jamás los voy a sacar” dice Alves (23 de febrero) ingresando al diez, por negación, en el discurso de limpieza mientras se reafirma en el cargo:

Días después, cuando Boca cae 0-3 con Tigre, Alves lanza a los medios una de las más insólitas y confusas frases: “El que no esté para jugar que de un paso al costado” (14 de marzo), haciendo referencia a la falta de actitud vista y contagiada en el plantel a partir de Riquelme (acaso en plena erosión del trabajo del DT).


Inmediatamente, dos días después, se reafirma el blanco de Riquelme cuando trasciende que “Alves quiere jugar el superclásico sin Riquelme” (16 de marzo). Afirmación que luego, por su puesto, fue desmentida.


Alves vuelve a sacar a Palermo (29 de marzo) dejando ver que los resultados negativos borran sus pareceres deterministas horas antes de que Marcelo London vuelve a respaldarlo para hacer “todos los cambios que considere necesarios en el equipo”.

Riquelme se da por enterado de las operaciones y expresa que le gustaría retirarse en Boca agregando que si no es ahora podría regresar en otro momento y días después, su expulsión frente a Rosario Central lo autoexcluye de la fecha 13.

Entonces vuelve a aparecer en los medios Guillermo Barros Schelotto como futuro DT, una imagen (porque no tienen nada convenido) con suficiente poder popular utilizada como ariete lateral contra la vieja vaca sagrada. Una imagen que se niega y se reafirma según los vaivenes mediáticos y casi en paralelo a las contradicciones de Abel Alves, diluyendo una posible hilación de proyecto lineal y constante de erosión.



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Entonces volvemos a Foucault analizando textos de la modernidad de Kant en el marco de la filosofía aplicada al presente.

¿Cuál es mi actualidad? ¿Cuál es el sentido de esta actualidad? ¿Y qué produce el hecho de que yo hable de ella?

En una de sus últimas conferencias, Foucault analiza un texto de Kant sobre la Revolución Francesa y se anima a decir, en la lectura de un presunto progreso, que no es tan importante la revolución en sí, el hecho mismo de la revolución que trastoca todos los valores establecidos y suprime y devora las estructuras más sólidas.

“Dice Kant, el sentido no está en la revolución misma. Lo que tiene sentido y constituye el acontecimiento de valor demostrativo, pronóstico y rememorativo, no es el propio drama revolucionario, no es la gesticulación revolucionaria. Lo significativo es la manera como la revolución se erige en espectáculo, la manera como, en torno de sí misma, la reciben espectadores que no participan en ella pero que la miran, que asisten a su desarrollo y que, para bien o para mal, se dejan arrastrar por ella… poco importa que acumule miserias y atrocidades… lo significativo es el entusiasmo por la revolución…”

Poco importa la posición de Boca en el torneo, poco importa la contradicción de Alves, poco importa la sensación de desgobierno, poco importa la miserabilidad de las campañas periodísticas que antes elevaban la estampita y hoy la deshonran, poco importan los métodos y las ausencias internacionales. Lo que realmente tiene sentido es el entusiasmo por la revolución…

Alguien tiene que destruir el altar donde descansa la estampita sagrada y Boca espera poder decir que actúa en respaldo al clamor popular, en definitiva, quien alimenta al club.


RELACIONADO: LOS PASILLOS DE BOCA
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