09.04.2010 - Calígula - Estaba al caer. A horas del enésimo respaldo dirigencial y que Ameal Amor respondiera elegantemente en conferencia de prensa que "Alves fue contratado por 19 partidos" y que "se quedará hasta el final del torneo", el chueco tiró la toalla.
"Muchachos, ya les dije que el equipo lo voy a dar en la cancha. Algunos cambios voy a meter. Les aviso ahora para que no haya malas caras en el vestuario" dijo Alves a los jugadores en el hotel Holiday Inn donde concentraba Boca.
Emulando a Martín Palermo ("por qué me sacás"), Javier García, de flojas actuaciones y errores graves, increpó al DT cuando no se oyó en el equipo titular que enfrentaría a Colón. Pablo Mouche, ansioso por la lesión de Gaitán, salió indignado del vestuario. Y luego, completando el combo, Boca perdió 3-0 en el Cementerio de los elefantes.
El piloto de tormenta se queda sin energía y deja de ser blanco predilecto de las más variadas críticas. Ya comentamos que, lejos de las aspiraciones clasificatorias de Boca, el trabajo estipulado de Alves consistió en dejar sembrada la inminente renovación del plantel erosionando la intocabilidad fetiche de las vacas sagradas.
Trabajo duro y de alta exposición que el chueco asumió con caracter e inmediatez: a pocos días de calzarse el buzo (DT), limpió a Abbondanzieri e Ibarra, jaqueó a Palermo y comenzó la guerra de Riquelme. Atento a la bajada de línea, el diez no sólo declaraba públicamente en contra de su DT sino que daba contraordenes a los compañeros de equipo oponiendose a lo pautado por el entrenador y demostraba en el campo una actitud algo laxa que fue copiada por algunos de sus compañeros más jóvenes.
Abel Alves también tomó nota de esto y, después de declarar públicamente sobre la "actitud" de los jugadores enfrentó al plantel cara a cara para preguntar ¿alguien quiere que yo me vaya de Boca? Nadie contestó.
Toda esta movida, acompañada de los pésimos resultados, termina con un arquerito de 23 años y un puñado de partidos en Primera rechazando en "on" las decisiones del entrenador. Así, Abel Alves, cuya misión principal era cargarse a los históricos en nombre de la dirigencia y del futuro xeneize, salió derrotado.
Quizás una derrota pírrica. No sólo los históricos son motivo de encuestas sino que las encuestas muestran que, en ese sentido, el trabajo de Alves no fue un fracaso.
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