Saturday, April 17, 2010

Death Eaters in Catalinas.


16.04.2010 - Wilde - Unos cien años atrás, Le Corbusier planteaba, en “L'Esprit Nouveau", revolucionarias ideas arquitectónicas y urbanísticas, entre ellas la “Ciudad Jardín”, que podría albergar a unos 3 millones de habitantes (la cantidad que hoy cuenta la ciudad de Buenos Aires).

Era un amante de los rascacielos y, de hecho, en el plan director que trazó para nuestra ciudad (1939) se destacan, vistas desde el río, cinco enormes rascacielos (de oficinas) en la zona que hoy llamamos Catalinas.

Las ideas, que abarcaban mucho más, subyugaron e irritaron a colegas y profesionales. Pensó en ciudades de alta densidad de población (de manera de acortar distancias), manzanas de 300 metros de lado totalmente verdes con grupos de edificios altos y de plantas bajas transparentes para que los autos no frenaran tanto y los habitantes puedan disfrutar el verde.
Pero una de las críticas que recibió fue que una zona de rascacielos, especialmente comerciales, por la noche y sin actividades, podría convertirse en una ciudad fantasma…


Escena: hace no mucho tiempo caminando, rápido rápido, por Alem hacia Retiro, en busca del tren Núñez-bound.

Tipo se acerca caminando sigilosamente. Mediana edad, vestido como un guarda de TBA, todo de azul, morochazo.

Después de las disculpas por la interrupción, mientras ambos íbamos caminando, me pregunta:

- ¿Vos laburás por acá o estás de pasada?

- No, laburo por allá - indicando con la cabeza un vago lugar hacia atrás.

La marcha no se detiene.

- Ah, porque te vi cara conocida. ¿Vos por casualidad no sos abogado?

La marcha no se detiene.

Pienso un instante: a esta hora, recién oscurecido, si el tipo me hubiese querido afanar, ya lo habría hecho, casi nadie camina por acá a esta hora, por Alem a la altura de Paraguay, hay árboles, etc.

- No, no soy abogado, la boca se te haga a un lado…

El tipo se ríe, pero no aminora su marcha, siempre un paso detrás de mí, al costadito. Noto que hay otro que camina al mismo ritmo pero diez pasos atrás, hablando por un celular y un poco más tirado hacia la calle (la vereda a esa altura es bastante ancha). Mi pequeño alivio se nubla con un toque de preocupación.

- ¿Y en qué laburás?

Ya a esta altura me empezó a joder tener que mantener diálogo caminando, siempre a buen ritmo, pero no apurándome ni alejándome rápido (momentos después me alegraría de haber tomado esta decisión).

- Yo laburo en ventas y marketing.
- Ajá, ¿para aquel lado?, dice señalando hacia atrás.
- Sí, para allá.
- ¿Para el lado de Corrientes de la vereda de enfrente (refiriéndose a la vereda de los números pares)?
- No, antes de Corrientes, y de este lado de Alem.

Ya podrido, le pregunté qué estaba buscando, de manera firme pero no impaciente. El otro tipo, vestido casi igual que este, seguía diez pasos atrás, y seguía hablando por teléfono.

- No, te cuento, flaco. En realidad yo estoy buscando a alguien que es muy parecido a vos. Que es abogado y trabaja en Liberty (pronunció la palabra como grave).
- Bueno, lástima, no laburo en “liberti” ni soy abogado. Te habrás confundido.
- Sí, claro, disculpame. Te cuento porqué te pregunté. Yo soy de la barra brava de Vélez y ayer balearon a uno de los nuestros. Y el tipo que ando buscando, que fue el responsable de eso, es abogado, labura ahí y es muy parecido a vos.

Sentí hielo dentro de la totalidad de mi cuerpo, pero mis extremidades seguían imperturbables, llevando a mi humanidad hacia Retiro. El tipo siguió con el mismo tono inmutable que tuvo desde el comienzo, eligiendo las palabras sin tropiezos:

- Menos mal que me avisaste, ¿viste? Porque si no es una picardía… te podríamos haber lastimado, en una de ésas te arruinábamos la vida, y todo por una confusión, ¿no?
- Sí, claro – le dije. Menos mal…

Y seguí caminando.

- Bueno, disculpame, ¿eh? Que tengas buen viaje a tu casa, flaco.
- Chau.
- Chau.

El tipo siguió caminando pero más lento, quedando unos 5 pasos detrás de mí, y le hizo una seña casi imperceptible al que iba atrás, quien dijo dos palabras más por el teléfono, lo cerró y se puso a conversar con mi interlocutor. Ambos miraron hacia atrás, hacia la calle, donde un auto, que presuntamente estuvo allí todo el tiempo, también aminoraba la marcha, como para recogerlos y seguir viaje.

A buscar al abogado.

Esto le ocurrió a Roedor, no hace mucho tiempo y nos permitió publicar su transcripción.
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