No podemos decir que el periodismo violó la intimidad del vestuario cuando de ahí salen las frases off the récord. Tampoco podemos decir lo contrario, cuando el jugador tiene que salir de su casa eludiendo paparazis.
Si llevamos esto a las oficinas dirigenciales seguimos en la misma línea de utilización mutua.
En algunos casos se sigue la máxima atribuida a un periodista argentino: “que la verdad no te arruine una buena historia”. En otros, la máxima aristotélica: “mentir para decir la verdad”.
Por estas horas, los pasillos de Boca son un intrigante enjambre de ecos y murmullos, algunos de los cuales salen a publicación.
Las puntas del iceberg son los goles de Martín Palermo, los rendimientos de Riquelme, la separación de Ibarra, la venta de Abbondanzieri y un equipo que no gana ni juega para asomar sobre la mitad de la tabla.
Más atrás, cuando el pasillo se va afinando, encontramos las compartidas decisiones de Abel Alves (DT), el pase de Gaitán (u$s 15 millones aprox.), los cronogramas futuros, las llamadas a Macri y la distribución de responsabilidades.
Palermo, constituido mediáticamente como chapa, también se enteró por los medios que el presidente Ameal evitó referirse a su continuidad en el club (22.02.2010) y, 16 días después, que un tal Ameal quiere renovarle el contrato (08.03.2010).
Todos sabemos que, antes de retirarse, Palermo desea cumplir su meta de quedar como máximo goleador en la historia xeneize (quizás eso ayudó a colaborar en su resistencia a los fallidos embates de renovación que en Boca se vienen cocinando desde 2004).
Hoy, logró empatar a Cherro en la punta de la tabla con 218 goles y, de no mediar imponderables, lo superaría antes de junio, cuando vence su contrato y el avión a Sudáfrica lo esperaría en Ezeiza.
Entonces Palermo contestó a y por los medios que no quiere ser un estorbo para el club y que la posibilidad de no seguir en Boca es bien tangible, pocos días después de que Riquelme pidiera a y por los medios retirarse con la camiseta de Boca y días antes de que el desafectado Ibarra lanzara a y por los medios que “Abbondanzieri y yo no estamos en cancha y el equipo no mejora”.
Una gran familia que parece responder individualmente a los estímulos que salen del sillón presidencial. Y como el sillón presidencial está en jaque, los ecos y los murmullos no dejan de superponerse.
Habrá que preguntarle a Macri (o a Piñera) sobre la real importancia de una presidencia futbolística. Por lo que respecta al entorno xeneize, el puesto cotiza en bolsa.
Macri dejó a Pompilio (a regañadientes) en el sillón. Pompilio hipotecó el club para traer a Riquelme, despegarse de la negativa macrista y morirse de un infarto inoportuno para producir la inverosímil colisión de Ameal con el sillón presidencial.
Siguiendo el errático derrotero de su antecesor, Ameal echó a cuatro gerentes, contrató a Bianchi como falso mánager y desplazó al ambicioso Juan Carlos Crespi (sindicalista petrolero) y al macrista José Beraldi.
Crespi tomó venganza (y periodistas) para pegarle a Bianchi sin concesiones. Beraldi pareció acomodarse con la chequera que maneja la Comisión de reforma del estadio y creció el secundario Marcelo London a la sombra de su amigo, el Virrey.
Crespi (ya sin Basile) está preparando su candidatura para 2011 sacándose los ojos con London (ya sin Bianchi) mientras Macri es informado en la Legislatura de Buenos Aires.
Y Ameal nombró a un macrista (Rómulo Zemborain) en la estratégica secretaría en lo que es un claro retroceso en la limpieza de macristas iniciada por el difunto Pompilio.
Saliendo a la luz nuevamente, la continuidad de Battaglia en el plantel profesional es la menos dudosa. Un escalón más abajo está Riquelme, más abajo están Palermo e Ibarra, Abbondanzieri ya no está y Abel Alves (DT) está agarrado con alambre.
Las corrientes y las alianzas de pasillo tiran frases of the récord. La palabra que queda retumbando es “junio nio nio nio…”
Bianchi vuelve con el buzo de DT en junio pero con plantel renovado, viene Cagna que no tiene problemas con Riquelme, viene Barros Schelotto (que no puede dirigir a su amigo Palermo y a su enemigo Riquelme), la división del vestuario (Palermo – Riquelme) no la maneja cualquiera, a Ibarra sólo lo pidió el Coco Basile…
Boca tiene calendarios en blanco. No hay copas (la Sudamericana ya no invita), no hay finales locales, no hay dinero (hasta la inminente venta de Gaitán). Hay muchas voces, incluso pintadas.
Queda un sillón atrás de unos pasillos de complejo tránsito.
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