Después de ver a Argentina y de volver a ver el gol de Robinho a Irlanda, nos sentamos a ver Francia – España como para contrastar, suponer o medir distancias y comprobar quienes dan el sí a la pregunta mundialista del millón: su equipo ¿sabe a qué juega?
Y el amistoso más visto en la historia del fútbol español (más de 8 millones de telespectadores) trajo menos sorpresas que certezas, reafirmaciones previsibles y pronósticos redundantes: España en pole position.
Dándole peso a la localía (Stade de France, Saint Denis), una vertiginosa Francia sale a jugar con terreno y pelota dominados, sugiriendo un estilete (Ribery) por sobre un mediocampo superpoblado ante una España que intenta domar la pelota a su ritmo de pase corto.
Pasado el primer cuarto, no se impone el juego español sino que se diluye el francés. España sigue en su tónica pero ahora con la pelota en su dominio, Iniesta y Fabregas empiezan a hacer pie y llegan las emociones.
El primer riesgo es a través de pelota parada: un centro diagonal al área local muestra que la cabeza de Busquets puede ganar en altura. El equipo español (un bloque) se adelanta unos metros y planta tres mediocampistas ofensivos (Iniesta, Fabregas y Silva) con una clara punta, David Villa, que, habilitado por Iniesta, se desprende ante una imprecisión en la salida francesa, mostrando que el recorrido entre el error y el gol es demasiado corto (0-1, minuto 21).
Francia vuelve al ímpetu desordenado para enfrentar a su público impaciente pero encuentra que en ¾ de campo pierde el mapa: diagonales imprevistas o camisetas estaqueadas no dan opción de pase cuando otro pelotazo a Villa obliga a Lloris (arquero) a rechazar fuera del área.
La silbatina llega como ingrediente al caldo local. A fuerza de amor propio, Francia vuelve a hacerse de una pelota que quema en los pies y no encuentra salida limpia desde propio campo ante una España bien plantada.
A empujones van los franceses hasta las inmediaciones de Casillas pero sus cartas (Henry y Ribery) no se conocen. Malos retrocesos permiten un desprendimiento de Iniesta y un gol de Sergio Ramos con cuatro españoles en el área francesa (minuto 44).
Para el 2º tiempo, Francia se multiplica en el mediocampo y plantea juego físico ante los españoles, sordos a sus pretensiones, que parecen más de once. Los vértices son pelotazos al Niño Torres (x Villa) entre empellones franceses.
Recién a la mitad del segundo tiempo, cuando se abren más espacios, Francia logra volcar – siempre desordenadamente – el juego a campo visitante. Adelantada en el campo, roba pelotas en ¾, tira centros a un área desierta o llegan individuales a chocar con una línea de 6.
Los arrebatos franceses llegan a que Malouda cabeceé al palo de Casillas y las piernas cansadas multiplican pelotazos largos a ambos lados.
Francia impotente (y abucheada), España sin despeinarse. 0-2. La diferencia entre un equipo que juega como tal durante 90 minutos y otro que lo intenta, por momentos, sin dosificar energías ni conjugar movimientos. La diferencia entre un equipo que depende de un sistema y otro que depende de los instantes de sus hombres (Verón).
Es muy difícil entrarle a España y muchos estarán buscando la receta. Quizás una forma pueda ser la tempranera presión a la salida de una última línea técnicamente limitada.
Como Francia y Argentina en 2002, Brasil y España se llevan el cartel de candidatos.
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