21.05.2010 - Mario Trubiano - Poco se nombra, en la historia del fútbol argentino, a Luciano Eufemio Agnolín, nada menos, nada más que el goleador histórico de la B, la máxima categoría del ascenso.
Es por demás curioso el inicio de Agnolín en el fútbol: sus primeros pasos los dio como arquero. Así se probó en Vélez como adolescente pero fue rechazado por una lesión incurable en un dedo. Intentó en ese mismo momento probar suerte en el ataque pero en Liniers estaban cubiertos de delanteros. Sin pena ni gloria, volvió a Junín (hijo de ferroviarios, nació el 25 de octubre de 1915 en La Paz, Mendoza pero de chico su familia se trasladó a dicha ciudad) para seguir desempeñándose bajo los tres palos.
Ya Junín lo había visto cumplir con creces el rol de delantero y vuelto a Buenos Aires (con 19 años) fichó, el 31 de julio de 1935, para Dock Sud. Debutó el 24 de agosto de ese año, en el primer torneo de Segunda División, marcando dos goles para el triunfo (3-1) frente a Excursionistas. Entre 1935 y 1936 jugó 11 partidos y marcó 7 goles y no se contabilizan los convertidos ante las Reservas de Primera que formaban parte de ese campeonato.
Sus buenas actuaciones cautivaron a Tigre que lo contrató para jugar en la máxima categoría. Sin embargo su desempeño fue efímero: 3 partidos, ningún gol y el ostracismo debido a la irrupción de Juan Marvezzi. Entonces pasó a préstamo a All Boys, otra vez en el ascenso, donde convirtió 21 goles en 30 partidos entre 1937 y 1938. Pese a esa actuación, en la vuelta al Matador de Victoria solo estuvo en 2 encuentros más y tampoco anotó.
Otra vez el ascenso lo devolvería a los primeros planos: llegó a Temperley en 1939 y se convirtió en el goleador histórico del Celeste. Entre ese año y 1943 hizo 130 goles en 133 partidos del torneo regular y 10 en 12 encuentros por otras copas oficiales. Además se anotó otros récords: en 1940 hizo 26 tantos en 24 juegos y en 1943, 41 en 34. En ese último año igualó la proeza que Waldino Aguirre había logrado en 1942: seis goles en un encuentro, en el 8-0 a Estudiantes de Buenos Aires que, incluso, fue suspendido a los 30 minutos del segundo tiempo por el retiro de los de Caseros.
En 1944 volvió a Primera para jugar en Atlanta y ahí sí, al fin, Agnolín se destacó en la máxima categoría. Fueron tres años (1944-46) con 53 goles en 69 partidos. En su primera temporada fue tercero en la tabla de goleadores con 21 conquistas, detrás de Atilio Mellone, paraguayo de Huracán (26) y Angel Labruna, de River (25). En las últimas tres fechas del torneo marcó 11, 4 en el 5-2 a Racing, 2 en el 3-3 con Ferro y 5 en el 7-2 a Chacarita. En 1945 otra vez finalizó tercero, con 20 tantos, junto con Arsenio Erico, de Independiente, y detrás de Angel Labruna (25) y Waldino Aguirre, de Central (21). En 1946 hizo 12 goles, en una pobre campaña del Bohemio, que descendió a Segunda División.
En 1947, Ferro, que había descendido junto a su ex club, Atlanta, es la última parada de Agnolín en Argentina. Con 28 gritos en 30 partidos totalizó 186 en 204 presencias en la B, para ser el máximo artillero histórico. Posteriormente jugó en Danubio de Uruguay.
Más allá de los goles, los elogios y las tapas, hay otra historia que vincula a este notable delantero con el fútbol. Juan Carlos Carrizo, el arquero de Racing campeón 1966, es su hijo no reconocido según contó el ¿paradójicamente? ex guardavallas. "Lo busqué bastante y lo encontré de grande. Charlamos mucho y después tuvimos una muy buena relación.... era un gran tipo... un gran tipo", dijo en una exposición de fútbol realizada en Buenos Aires en 2006. Agnolín murió el 15 de octubre de 1986 en Capital Federal.
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