Dos Ríos, ni ciudad ni pueblo ni barrio: paraje. Ahí sobre la ruta E66, a la altura de Acochinga, Córdoba, Argentina.
El sol recién escondido. Ocho de la noche. El peladero de pollos, ya fantasmagórico, separaba las dos familias sentadas afuera, mate y fuego en un silencio salvaje.
El pibe (11) vuelve, pelota al pie y manos atrás, a insistir para jugar. El otro, Bruno (9), se niega.
-Dale gordo de mierda, vamos a jugar.
Pero el gordo Bruno vuelve a negarse y siente frío el alcohol que el otro le rocía y ve el fósforo que le tira y siente el calor y la luz del fuego que derritió sus pantalones de nylon y el 40% de su piel.
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