En un partido muy latinoamericano, Liga se quedó con el pasaje a semifinales ganando por 2-1 en su estadio, Casablanca de Quito, Ecuador (2.800 metros) ante un Vélez que murió de pie.
Los planes de Gareca (“estar lo más lejos del arco nuestro y dejar que transcurran los minutos hasta que se adapten los muchachos" sin resignar el ataque) se cumplieron durante los primeros 60 minutos.
Un primer tiempo muy trabajado mostró a un Vélez cauteloso y extremadamente compacto que intentó dosificar energías y encontró la llave del arco local, después de varias visitas, en el minuto 42: la claridad de Razzoti y el timing de Moralez hicieron posible un desborde de Papa y el centro para que López defina.
En el segundo tiempo, Vélez salió a jugar lejos de su arco, recuperaba pelotas en ¾ y desencajaba a una Liga pasiva. En una de esas pelotas recuperadas, Moralez, cerebro ofensivo, tuvo la clasificación en una intuitiva emboquillada que le negó el travesaño (´59), momento desde que el estadio se convirtió en una leonera y el campo un refinado “coso” romano.
El vértigo que insinuó Liga en el primer tiempo se plasmó en el segundo tras los cambios propuestos por Fossatti (DT Liga) cuando las piernas argentinas sentían el rigor. Una vorágine de chicanas, codazos, empujones y un planteo de golpe por golpe fue lo que impuso Liga para ganar el partido: dos cabezazos, uno de Enrique Vera en el área grande (´67) y otro de Espínola en el área chica (´74) sacaron el pasaje ecuatoriano a semifinales.
Y se fue Vélez, que entregó todo pero no coordinó el complejo plan argentino de la altura. Por sus temerarias fallas defensivas (los cuatro del fondo, sobretodo los laterales Díaz y Papa, cometieron errores graves), por la falta de concepto del tozudo y aguerrido Caruso, por la traición del temperamento de Cubero (desgastando energías innecesarias para perder la marca del 2º gol), Vélez prefirió mostrar su cara más rústica y dura, proponer roce y lucha sin oír – en varias oportunidades – los gritos desesperados y malhumorados de frasquito Moralez que pretendía jugar.
Y fue una decisión (?) en caliente. El plan había funcionado hasta que las piernas dieron. Pero, en el torbellino de codos e insultos, los dignos muchachos de Vélez olvidaron – incluso después de la lección boliviana - que en la altura no se pelea con fuerza sino con maña.
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