Desde que murió la mirada vertical de Dios nos encontramos en un caos de miradas horizontales pugnantes por establecerse. Así, entre tantos puntos de vista – y tantas verdades simultáneas - la "verdad" devino en consenso.
Ganó Banfield (0-1) en el bosque platense de Gimnasia y Esgrima y se subió al lote de los punteros como único invicto del torneo, con la valla menos vencida y con un gol del “pichichi”, Silva, que hizo 10 en 10 partidos: inobjetable.
No digamos que el partido fue previsible pero sí que venía de diferencia mínima y que Bánfield era más esporádico y punzante.
Porque Gimnasia, ordenado y de buen trato, dominaba la pelota y el espacio hasta tres cuartos, donde aparecía, compacto, Bánfield.
Rinaudo como organizador, Romero y Aued para tratar de llevarla redonda a los pies de Vizcarra y Cuevas insinuaban y tomaron la clásica postura del local: nada más cómodo para este Bánfield que, abroquelado, se plantó de contra.
La pálida prolijidad del lobo contra el rústico bicho taladro, donde cada uno cumple sus funciones sin demasiado alarde: defensores que no se comprometen, Erviti que pone la pizca de sal (James se fue lesionado) y Silva como unánime resultante de todos los ataques.
Y así fue: después de dos claras fallidas, el uruguayo Silva mojó cabeceando un centro (´66) mientras Gimnasia seguía y seguía insinuando y desesperando. Sencillo, claro, efectivo, poco elegante, rústico, con oficio: el Bánfield de Falcioni.
Después de conversar con Falcioni (en Mar del Plata) lo primero que queda plasmado, más allá de formas y conceptos, es su centralidad en el sentido común (como si jamás perdiera la brújula).
Un tipo de perfil serio que nada va a inventar, al que no le gusta comandar planteles numerosos, observador del jugador “trabajador”, que prefiere el trato personal, traza objetivos claros y reales, que entrena por la mañana, partidario de la línea de cuatro y dos picapedreros centrales por cuestiones de complejidad y equilibrio físico, que estudia a los rivales viendo vídeos en su casa que después muestra, que no baja línea sino después de volver a ver el juego, especialista en planes defensivos y de pelota parada aunque le moleste el rótulo, cuidadoso de los excesos de prensa y de no dar demasiadas explicaciones sobre sus decisiones.
Este es Bánfield, el invicto entreverado en el lote puntero. Un equipo de concepto, modesto y rústico que sacó 2/3 de los puntos, no perdió y se agranda.
Podemos ver esta mitad llena del vaso o leer en la mitad vacía que, por el momento, esto parece alcanzar para pelear un campeonato argentino.
FALCIONI DESTACA EL TEMPLE DE BANFIELD
MADELON: ACA NO HAY CINICOS NI CAGONES
Ganó Banfield (0-1) en el bosque platense de Gimnasia y Esgrima y se subió al lote de los punteros como único invicto del torneo, con la valla menos vencida y con un gol del “pichichi”, Silva, que hizo 10 en 10 partidos: inobjetable.
No digamos que el partido fue previsible pero sí que venía de diferencia mínima y que Bánfield era más esporádico y punzante.
Porque Gimnasia, ordenado y de buen trato, dominaba la pelota y el espacio hasta tres cuartos, donde aparecía, compacto, Bánfield.
Rinaudo como organizador, Romero y Aued para tratar de llevarla redonda a los pies de Vizcarra y Cuevas insinuaban y tomaron la clásica postura del local: nada más cómodo para este Bánfield que, abroquelado, se plantó de contra.
La pálida prolijidad del lobo contra el rústico bicho taladro, donde cada uno cumple sus funciones sin demasiado alarde: defensores que no se comprometen, Erviti que pone la pizca de sal (James se fue lesionado) y Silva como unánime resultante de todos los ataques.
Y así fue: después de dos claras fallidas, el uruguayo Silva mojó cabeceando un centro (´66) mientras Gimnasia seguía y seguía insinuando y desesperando. Sencillo, claro, efectivo, poco elegante, rústico, con oficio: el Bánfield de Falcioni.
Después de conversar con Falcioni (en Mar del Plata) lo primero que queda plasmado, más allá de formas y conceptos, es su centralidad en el sentido común (como si jamás perdiera la brújula).
Un tipo de perfil serio que nada va a inventar, al que no le gusta comandar planteles numerosos, observador del jugador “trabajador”, que prefiere el trato personal, traza objetivos claros y reales, que entrena por la mañana, partidario de la línea de cuatro y dos picapedreros centrales por cuestiones de complejidad y equilibrio físico, que estudia a los rivales viendo vídeos en su casa que después muestra, que no baja línea sino después de volver a ver el juego, especialista en planes defensivos y de pelota parada aunque le moleste el rótulo, cuidadoso de los excesos de prensa y de no dar demasiadas explicaciones sobre sus decisiones.
Este es Bánfield, el invicto entreverado en el lote puntero. Un equipo de concepto, modesto y rústico que sacó 2/3 de los puntos, no perdió y se agranda.
Podemos ver esta mitad llena del vaso o leer en la mitad vacía que, por el momento, esto parece alcanzar para pelear un campeonato argentino.
FALCIONI DESTACA EL TEMPLE DE BANFIELD
MADELON: ACA NO HAY CINICOS NI CAGONES
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