30.10.2010 - Calígula - En la oscura profundidad de la tierra, a metros de uno de los fosos del Cilindro (Estadio Juan Domingo Perón), reposa el poderío negativo de la “arraigada” leyenda que ejerce contra los destinos de Rácing y que cuenta sobre un grupo comando de hinchas de Independiente que, en una noche de finales de la década del 70, irrumpió clandestinamente en el estadio y enterró siete animales muertos atrás del arco que da a la bandeja local.
El crecimiento exponencial de la leyenda se dio, como en tiempos medievales, tan vertiginoso como inexacto. Pero la cuestión no dejaba de observarse y, desde entonces, las desgracias acaecidas en ese arco, tanto al equipo local como a quien por ahí merodea, cobran múltiple repercusión para reflotarla. Cuentan incluso, que hace unos cinco años, un canal alemán llegó hasta Avellaneda con el expreso fin de hacer un documental y que, a la luz de los hechos, el multitudinario exorcismo realizado en el Estadio (1998) tampoco pudo vencer el maleficio.
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El primer intento de desactivación llegó en tiempos de uno de los más supersticiosos entrenadores argentinos, Coco Basile (1988). “Nunca creí en esas cosas, siempre me parecieron un absurdo – contó un jugador de entonces - pero en el plantel que jugó la temporada 87/88 uno de mis compañeros empezó con eso del arco embrujado y a contar historias de las macumbas que habían hecho detrás de ese lugar. La verdad es que no me acuerdo de quién fue, pero todos lo tomamos como una broma. Pero insistió mucho y le metió tantas fichas a Basile que el Coco mandó desenterrar lo que para nosotros eran sapos. No sabíamos nada de gatos, porque el relato que nos había llegado hablaba de sapos. Por supuesto no encontraron nada y quedó como una anécdota más.”
En efecto, gente del club removió la tierra de atrás del arco maldito y en ese año Rácing se consagra (1º) campeón de la Supercopa (ahora Sudamericana) en lo que fuera el primer logro internacional desde el equipo de José (1967).
Rácing habría necesitado librarse de la leyenda de los sapos para volver a festejar después de 21 años y un descenso a la B.
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El sapo, uno de los animales preferidos por brujos y hechiceros a la hora de trabajos maléficos (pócimas y ungüentos), lleva consigo, entre otras atribuciones tradicionales, el poder envenenar las aguas, reventar las anginas de un paciente (aplicado abierto a la garganta), causar verrugas a quien lo toca o matar a quien se le posa sobre el corazón.
Se cuenta que la tradición del uso del sapo en la hechicería proviene de Europa, donde a partir de la Edad Media se lo asoció a la brujería relacionada con el diablo, llegando a ser identificado con una de sus advocaciones o con una de las formas animales que los brujos podían adoptar.
En 1908, Richard Pietschmann descubrió en la Biblioteca Real de Copenhague un manuscrito de Felipe Guaman Poma de Ayala, titulado Nueva Corónica y Buen Gobierno, y presentó una ponencia en el XVIII Congreso Internacional de Americanistas (Londres 1912) sobre el texto que venía a contribuir con dimensiones exóticas a las tradiciones andinas y sus estudios.
Escrito por este hombre andino nacido pocos años después de la invasión española a los Andes (1532) cerca de Ayacucho (Venezuela) y que, según describe, tuvo larga actividad junto a los nuevos dominadores de los Andes como Teniente de Corregidor , Secretario, Escribano y ayudante de visitadores eclesiásticos, cuenta que “Toman un sapo, le cosen la boca y lo entierran en un agujero donde se asienta su enemigo, o del quien le quiere mal, para que padezca y muera, y allí no se muere el sapo, sino que padece; y para esto tienen y crían sapos y culebras, y les dan de comer, y les sirven; esto tuvo un indio don Diego Suyca del pueblo de Santiago de Chipao, su hermana propia fue hechicera, y siendo corregidor Martín de Mendoza le quemó las culebras en Hatun Lucana a los indios, fue desterrado a Guancavilca.”
Ejemplo de esto se encuentra, aun hoy, en comunidades popolucas (náhuatl que significa "los tartamudos") y nahuas de los Tuxtlas (Veracruz, México) donde se afirma que la piel del sapo hervida sirve para curar la sarna, la viruela y los granos y que empleada en la hechicería, se la estima venenosa.
Así, un procedimiento reportado en los Tuxtlas, consiste en enterrar un sapo junto a la casa de la persona que se desea dañar y los preparados de veneno de sapo aún son elaborados por curanderos indígenas veracruzanos, quienes afirman que las técnicas secretas mediante las que se extrae el veneno y se procesa en píldoras y pociones, les fue transmitida por sus viejos maestros, usualmente sus propios padres. Se dice que no se mata o hiere al sapo, sino sólo se provoca su enojo para obligarlo a soltar el veneno contenido en sus prominentes glándulas parótidas, que es recogido en pequeños recipientes y sujeto a un tratamiento en el fuego para eliminar o reducir los elementos dañinos antes de que se endurezcan.
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Atrás habían quedado, entre otros infortunios, la pérdida de la categoría en 1983 tras el 3-4 ante Racing de Córdoba y la seria represión de la Policía contra hinchas de Rácing descontrolados que intentaron voltear el alambrado de contención.
Pero al tiempo Rácing volvió a caer en desgracia. En el arco maldito, el entonces arquero de Estudiantes, Carlos Bossio, le empató (1-1) el partido en la última jugada del partido (1995). Deportiva y económicamente el club se volvía a pique cuando tomando las riendas del club, el empresario Daniel Lalín impulsó el multitudinario exorcismo a cargo del famoso cura (ahora dirigente) Juan Gabriel (1998).
Se cuenta que en esa época, y bajo la tutela del calvo dirigente, se decidió una búsqueda definitiva del maleficio en las profundidades de la tierra, representado en siete gatos (y no sapos) de los que encontraron sólo (los huesos de) uno.
Así, mientras Lalín se dedicaba a matar la creencia negativa con vírgenes y excavadores, pedía la quiebra del club y al poco tiempo “Rácing dejó de existir”.
El tiempo y los gobiernos hicieron su trabajo y Rácing renació como sociedad anónima. Salió campeón local después de 35 años y cambió el semblante.
Pero la fachada empresarial vació el club y los gerenciadores fueron expulsados. Desde entonces ese arco de Rácing no festeja y cuenta con este detalle:
2003: Copa Libertadores. Rácing define por penales el paso a cuartos de final contra América de Cali. Campagnuolo ataja el 4º penal colombiano pero le cobran paso adelante. Asprilla vuelve a ejecutarlo; le pega muy mal (mordido) y la pelota entra de rastrón, pegando en el palo. El turno siguiente de Rácing es de Luis Rueda. El arquero colombiano lo ataja pero también le cobran adelantamiento. Rueda vuelve a patear y el arquero, Robinso Zapata, vuelve a atajar. Rácing eliminado de la Copa sin perder ningún partido en los 90 minutos.
2007: Ascenso. Almirante Brown va a patear un penal. Los hinchas arrojan una bomba de estruendo que aturde a Cubito Cáceres, el uno de Estudiantes. Una gresca importante entre las dos fracciones de la hinchada del Mirasol terminó lanzando un puesto de panchos: Almirante sufre el descuento de 18 puntos.
2007: Martin Palermo le convierte al propio Independiente, que jugaba de local, su primer gol en esa cancha desde mitad de campo, en el tiempo adicional del encuentro.
2008: Copa Libertadores: Boca ganaba con dificultad (2-1) a Fluminense pero un tiro se le escurre entre las manos a Migliore (2-2). Boca quedó luego eliminado y ese gol le costó a Migliore la expulsión de Boca.
2008: Migliore recaló en Rácing que enfrenta a Colón. Saca el arquero de aire y la pelota da en la nuca de Esteban Fuertes (que volvía de espaldas) para meterse en el arco maldito.
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