Saturday, February 6, 2010

Acerca del gesto de Fabio Capello hacia el mundo sobre John Terry.


John Terry, capitán de la selección inglesa de fútbol, se acostó con Vanessa Perroncell mientras ella era esposa y madre del hijo de Wayne Bridge, compañero de defensa en el Chelsea y en la misma selección. El asunto se ventiló, los abogados de Terry se dedicaron a ganar el silencio (derechos humanos de privacidad) y el juez Tugenthat lo denegó aduciendo que era un caso de interés público.

El nombre de Terry explota en la web, se reúne la dirigencia del fútbol inglés y Fabio Capello (DT de la selección inglesa) es enviado a decir: “Después de pensarlo mucho, tomé la decisión de quitarle la capitanía a John Terry”.


Sepamos que la capitanía de Terry cotiza en millones de libras de sponsorización y que el bueno de John ya fue mención de Gerry Sutcliffe (secretario de Estado para el Deporte del Gobierno británico): “Buena suerte para John pero es obsceno moverse en esas cifras. La gente en la calle no puede comprender salarios como el de Terry. El Chelsea tiene unos números rojos de 250 millones de libras y quizá puedan sobrellevarlo pero eso no es la vida real. Ese déficit no es sostenible”.

Terry percibe algo más de € 215.000 por semana, o sea, más de € 11 millones al año pese a que la UEFA y el G14 recomendaran hace tiempo a los clubes no superar el 55% del presupuesto en gastos de personal y el Chelsea, con el que está unido Terry hasta 2012, gasta el 120% en este ítem. 

Se calcula, antecedente Tiger Woods mediante, una pérdida considerable en las entradas anuales de Terry por sponsorización. Sabemos que este medio publicitario empresarial se mueve según la dirección gestual de Fabio Capello o, mejor dicho, Fabio Capello y la dirigencia inglesa se mueven según las normas de sponsorización.


De esto se trata: John Terry está lejos de la virginidad mediática que socava su imagen y, casualmente, los casos vienen detonando en transcurso del último 2009, quitando la primera y futbolística razón por la que su apellido circuló mundialmente: el resbalón en la ejecución del penal que privó al Chelsea de la Champions League 07-08.

Desde entonces Sue Terry (madre) y Sue Poole (suegra de John) fueron arrestadas por un presunto robo de comida y ropa deportiva por unas £ 800 en los almacenes Marks and Spencer y Tesco (marzo 09), Ted Terry (padre) fue filmado por periodistas de News of the Worlds vendiendo cocaína en un bar de Chafford Hundred (noviembre 2009) y el propio John fue denunciado por cobrar (£ 10.000) paseos guiados por Stamford Bridge a hinchas del Chelsea.

Nada de esto valió una duda, un planteo o un atisbo de decisión. A Terry le llegó la factura , sí y sólo sí, por copular con Vanessa Perroncell.


No vamos a caer en el ideario amatorio de Dalmiro Sáenz: “si yo le pego a una nena de 16 años voy preso dos días, pero si yo la acaricio voy preso por años”. Pero vale la pena leer el gesto de Capello o la sentencia moral que finalmente le llegó al resbaladizo Terry.

La quita de capitanía del seleccionado inglés a John Terry viene a constituirse como gesto universal, respuesta a un hecho estimulado por la repercusión mediática mundial que posa su mirada y vuelca sus tintas en Inglaterra.


¿Por qué el gesto?

Si buscamos el significado de “gesto”, inmediatamente llegamos a la kinésica, que estudia el significado expresivo, apelativo o comunicativo de los movimientos corporales y de los gestos aprendidos, no orales, de percepción visual, auditiva o táctil, lo que se llama comportamiento kinésico o lenguaje corporal. Así, un gesto "es una forma de comunicación no verbal ejecutada con alguna parte del cuerpo y producida por el movimiento de las articulaciones y músculos de brazos, manos y cabeza".

Más allá de que la próxima salida al campo de Terry sin su brazalete culmine el gesto (como comunicación no verbal) me refiero a las segundas o figuradas acepciones del término, aquellas que se alejan del lenguaje corporal para acercarse a la “demostración”.

“Acción realizada por un impulso o sentimiento, especialmente cuando con ella se muestra educación, delicadeza o cariño” (Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L.) o “Actitud particular con que alguien trata a otra persona, en especial cuando es bondadosa o compasiva: «Tuvo un gesto en favor de los damnificados por el terremoto» (sensagent).

Los diccionarios hablan de “gesto” en sentido positivo, bondadoso o de gratitud. Pero ¿acaso no es un gesto señalar a un malhechor, levantar el pañuelo caído de una mujer o penar públicamente una mala acción?

Sin embargo lo que mejor cae como ilustración de lo dicho está en la misma kinésica. Paul Ekman y Wallace Friesen (profesionales) distinguen cinco categorías de gestos entre las que encontramos la que se ajusta al caso Capello: son los gestos emblemáticos o emblemas: "señales emitidas intencionalmente y que todo el mundo conoce su significado"(un pulgar levantado).


Aquí la cuestión: todo el mundo conoce la razón gestual de Fabio Capello (su pulgar hacia abajo) y todo el mundo sabe DONDE ocurrió lo que ocurrió: INGLATERRA, de donde no son oriundos Bill Clinton, Silvio Berlusconi ni Fernando Lugo.

Inglaterra, país de tradiciones por excelencia, no se permite semejante desliz público ni aun en el marco deportivo. Inglaterra se diferencia del resto de las culturas por su apego a la tradición, al honor y la caballerosidad. La puntualidad, la hora del té y la distancia cordial del trato son sellos centenarios y, si de fútbol hablamos, la misma IFAB, que define las reglas del fútbol mundial, tiene su sede en Londres.

Inglaterra pena públicamente la conducta privada de Terry vía gesto de Capello, acaso por la dirección emulatoria del emperador chino Shih Huang Ti, que según Jorge Luis Borges, dispuso se quemaran todos los libros anteriores a él (de manera de borrar la memoria predecesora).

Entonces nos olvidaríamos de las esposas de Enrique VIII, el accidente de Lady Di, la angustia de John Profumo, las correrías de la princesa Margarita, las reuniones de Max Mosley, los placeres de Sir John Gielgud, los pasatiempos de la Policía Militar, los silencios de Buckingham, las horas extras de Nigel Griffiths, las fiestas de Ron Weasley (el colorado de Harry Potter) y se quemaría entre otros “Las vidas sexuales de los reyes y reinas de Inglaterra”.

Pero no todo ocurre en las islas británicas y el fuego de la memoria debiera expandirse por todo el mundo.

En los años que se iniciaba el fútbol “los ingleses dominaban el mundo tratando de no mezclarse en él: en Surrey, Bengala, Kenya, Témperley o Hurlingham vivían igual, brindaban del mismo modo por la reina Victoria, jugaban los mismos juegos, hablaban el mismo idioma, comían las mismas porquerías. No querían modelar el mundo a su imagen y semejanza: las formas del mundo les importaban poco mientras pudieran armar en él trocitos de Inglaterra para su uso exclusivo. Su idea del poder consistía en poder ser iguales a sí mismos en cualquier circunstancia.” (1)

Y hasta llegaron a lugares remotos como Pitcairn island

Quizás sea que la infidelidad no tiene tiempo, nación ni profesión. Acaso sea tan humana y cosmopolita como la tradición y las buenas costumbres.


(1) Martín Caparrós, Boquita, Ed. Planeta, 2004, pág.12)

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