Habrá que imaginar como la cara de Aragonés, ya de por sí de pocos amigos, se hubo transfigurado aquella mañana cuando llegaba Raúl a los entrenamientos - vaya que la suerte no nos acompaña y este se viene de amarillo. No dio demasiados pasos el vitalicio madrileño cuando tuvo que oír una reprimenda – llamado al orden (?) - del entrenador por portación de atuendo amarillo.
Asociado al sol y al oro, el amarillo fue el color de Apolo, dios de la luz, y el emblema de poder de reyes y emperadores. De ahí que en la primera cristiandad, cuando la patrística recién comenzaba a trabajar en la modelación del culto, el amarillo – siempre y cuando no fuera hacia el pálido o al ocre - simbolizara la vida eterna, la fe y el amor divino hasta llegar a la túnica de San Pedro.
Más tarde, ya después de San Agustín, el amarillo cayó en la desgracia cristiana por ser asimilado al color del azufre de los infiernos y luego a la imagen del orgullo, la falsedad y la traición, donde también cabe el adulterio. Los herejes, los apestados y los locos medievales llevaron puesto el mismo amarillo de las banderas que debían izar en su entrada las ciudades declaradas en epidemia.
Ya instalada, el amarillo no pudo quitarse la tradición de encima. Así, en los orígenes del sindicalismo se llamó amarillo al sindicalismo de inspiración menos patronal que traidora o, más cercana a nosotros, la prensa amarilla que deforma los hechos con fines poco gratos, sin dejar de mencionar a los toreros y a los hombres de teatro que recuerdan la muerte de Moliere – vestido de amarillo cuando representaba una sátira sobre los médicos – pocos amigos le quedan al amarillo que trajo Raúl encima aquella mañana de entrenamiento.Cabría preguntar, a pesar de todo, por qué la selección española – según directivas de su entrenador – huye del color amarillo siendo que es parte de su bandera y el color preponderante en la camiseta brasileña, la que más logros cosechó en la historia de la Copa del Mundo.
Asociado al sol y al oro, el amarillo fue el color de Apolo, dios de la luz, y el emblema de poder de reyes y emperadores. De ahí que en la primera cristiandad, cuando la patrística recién comenzaba a trabajar en la modelación del culto, el amarillo – siempre y cuando no fuera hacia el pálido o al ocre - simbolizara la vida eterna, la fe y el amor divino hasta llegar a la túnica de San Pedro.
Más tarde, ya después de San Agustín, el amarillo cayó en la desgracia cristiana por ser asimilado al color del azufre de los infiernos y luego a la imagen del orgullo, la falsedad y la traición, donde también cabe el adulterio. Los herejes, los apestados y los locos medievales llevaron puesto el mismo amarillo de las banderas que debían izar en su entrada las ciudades declaradas en epidemia.
Ya instalada, el amarillo no pudo quitarse la tradición de encima. Así, en los orígenes del sindicalismo se llamó amarillo al sindicalismo de inspiración menos patronal que traidora o, más cercana a nosotros, la prensa amarilla que deforma los hechos con fines poco gratos, sin dejar de mencionar a los toreros y a los hombres de teatro que recuerdan la muerte de Moliere – vestido de amarillo cuando representaba una sátira sobre los médicos – pocos amigos le quedan al amarillo que trajo Raúl encima aquella mañana de entrenamiento.Cabría preguntar, a pesar de todo, por qué la selección española – según directivas de su entrenador – huye del color amarillo siendo que es parte de su bandera y el color preponderante en la camiseta brasileña, la que más logros cosechó en la historia de la Copa del Mundo.
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