Friday, March 28, 2008

El largo otoño de Ariel Ortega.

Cuando el periodista le dijo que había cumplido 300 partidos en Ríver se sorprendió y deseó “jugar 300 partidos más”. Cuando a los pocos días cumplió los 34 años hubo sentido el efecto. Hace poco más de un año blanqueó la conocida adicción y desde hace bastante más perdió el control. El mismo Passarella que lo hizo debutar a los 17 lo acobijó en su peor momento sobrellevando recaídas, una tras otra, en busca de una continuidad que se extravió en el tiempo y una alegría que no vuelve. Lo dispensaron, lo contuvieron, lo trataron, le dieron la cinta de capitán y no menos privilegios.

En la mañana (27.03.08) no llegaron a Ezeiza – donde entrena Ríver – más que los rumores confirmados. Pasó la noche en el cumpleaños que Vanesa Carbone (modelo) festejó en Rumi, a cuadras de Ríver, junto al plantel de Independiente (de la mano de Assman) y a varias conejitas de Playboy. Muebles y vidrios rotos en la madrugada de su casa invitaron a la policía a detenerlo y a su mujer a denunciarlo.

Es un largo otoño el del burrito Ortega, la eterna promesa que nunca se cumplió, quien sucediera al Diego de las piernas cortadas, quien viajara por Asia y Europa como de exóticas vacaciones para siempre volverse.

Y el último regreso, después de campeonar en Newells Old Boys (2004), lo mostró más adusto que alegre, con menos dribbling que asistencia y más inteligencia que despliegue. Pero como su endiablado juego se basó siempre en la habilidad y la particular destreza física es que duele ver como sus piernas no responden a la velocidad mental que las comandan.


Se va el último ídolo de Ríver. El burrito Ortega, la promesa que nunca terminó de cumplirse.


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