Doha (دوحة, Ad-Dawhah), capital de Qatar, se levanta en el horizonte petrolero del siglo XXI con medio millón de habitantes sobre una mínima península del tristemente célebre Golfo Pérsico.
Convocante desde hace unos años, vive una explosión urbana de escalas monumentales. Nuevos diseños paisajísticos, complejos deportivos, torres de oficinas (con arquitectos de la talla de Jean Nouvel), centros de investigación médica, incluso un proyecto para el Museo de Arte Moderno Árabe en el desierto (2011), llaman las miradas del mundo a Doha.
Fue sede de la última edición (15º) de los Juegos Asiáticos (2006) y se postuló inmediatamente como organizador para los Juegos Olímpicos de 2016 quedando relegada en la primera selección el último 4 de junio por las candidaturas vigentes de Madrid, Río de Janeiro, Tokyo y Chicago.
Doha obtuvo en la votación más puntos que Río, pero fue descartada por proponer la celebración de los Juegos para el mes de octubre, cuando la temperatura media de la ciudad comienza a declinar hacia unos 35ºC. (la ciudad anfitriona se anunciará en la reunión de la COI en Copenague, el 2 de octubre de 2009).
Combatiendo a la temperatura y buscando una clasificación mundialista para 2014 o 2018, es que sale a la luz, bajo diseño de MZ & Partners, el proyecto “The Wall Stadium”: 200.000 metros cuadrados de construcción para un estadio enterrado con capacidad de 11.000 espectadores, con una sola grada al modo tradicional sobre uno de los laterales y tres flancos perimetrales subterráneos que dan cabida a palcos con aire acondicionado.
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