Horror para las tribus yanomami si circularan periódicos por la selva tropical a ambos lados de la frontera venezolano – brasileña; transcurrido un mes de la muerte de un miembro de la tribu los familiares se reúnen a tomar una sopa de plátano mezclada con las cenizas del muerto.
Bien saben los hindúes que si no se incinera el cadáver el alma del muerto no se salva y queda boyando en pena entre el cielo y la tierra, por eso, una vez quemado el cuerpo arrojan las cenizas al río sagrado a fin de devolverlo al creador.
Menos mítica es la urna para cenizas de motor Harley Davidson (u$s 1.350) y menos sospechable es el arte de Emma Fenelon – de la Escuela de Arte de Camberwell – que al idear la forma de usar cenizas humanas en sus trabajos de cerámica se pregunta si todas generan el mismo color.
Desde el arte hace muy poco nos dejó el inigualable Pérez Celis, de quien se dijo, a fin de ligarlo a su amor xeneize, esparcirían sus cenizas en la Bombonera.
Las primeras sepulturas de Neanderthal demuestran que los hombres llevamos más de 100.000 años celebrando ritos funerarios y buscando sitios para las cenizas.
Todo esto trata de explicar por qué Pérez Celis quedó guardado, por qué Estudiantes de La Plata jamás perdió en el mítico Estadio Centenario, por qué a principios de marzo de este año (enfrentando a Danubio por Copa Libertadores) cantó allí milagrosamente bajo la lluvia y por qué aun lloviendo después de dos días de lluvia en Montevideo, la gente de Danubio – una hora antes del partido – salió a lanzar baldes de agua sobre el césped del Centenario.
Allegados de Estudiantes de La Plata habrían arrojado cenizas en las dos áreas. Estudiantes dio vuelta el partido (2-1) jugando con un hombre menos ¾ de partido, al límite de la extenuación, de la mano de la Bruja Verón.
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