Tuesday, June 23, 2009

Qué momento globo!

[fotos: wilde]

Nada que tenga historia – sugiere Nietzsche - es susceptible de definición. Entonces digo que Huracán se parece a una mujer enamorada: un estado de gracia en el que azar, climas y voluntades confluyen en un inevitable círculo virtuoso; una primavera que la pone exultante; un espejo que la devuelve y la regenera. Una mujer con personalidad, estilo y buen gusto; con ímpetu, alegría y sabor. Una mujer con historia...

Porque ni la huella digital, ni el adn, ni un número documental hablan de una personalidad como la propia memoria. Huracán festeja, recuerda, compara, canta, se embriaga, se mira al espejo, se pellizca. Y cuando la puerta se entreabre puede ser un duende o el mismo flaco Menotti, Miguelito (Brindisi) de un lado, René (Houseman) del otro, o el mismo Angelito (Cappa), Pastore y Bolatti adjuntos. O el correo privado que deja otra carta documento con un nuevo pedido de quiebra.


La mujer enamorada fluye, arrasa sin percibirlo y puede flotar en el viento que a otros les corta la cara. De pronto las joyas herrumbradas que encontró en el cajón (Bolatti, Pastore, Defederico) calzaron en su cuerpo y brillan como sus ojos. Y hace cosas que no había hecho y le salen bien, la imaginación vibra y entonces bajan por las gradas telones superpuestos. Sonríe. Sabe que las joyas no son suyas (sino prestadas), sabe que lleva una historia y disfruta el presente.

Todos la miran porque irradia. Siempre hay alguna envidia que espera su tropiezo pero ella no registra. Las puertas del Ducó se ensanchan. Viejos, pibes, curiosos, fotógrafos, pungas, hinchas con fecha de vencimiento y acreedores se acercan. Parque Patricios es una fiesta, una fiesta tan ruidosa que casi tapa las balas y los muertos (2) que se repartieron las (barras) internas de José C. Paz y Zavaleta. El partido con Arsenal (3-0) lo puso sólo en la punta, finalista aventajado como nunca, el equipo jugaba, la popular era una fiesta irrepetible pero ahí, en un rincón, una trifulca por renta y allá, en el palco, el presidente se iba en el entretiempo.

Esta mujer enamorada destruye teorías y recelos. No es imprescindible el orden, la constancia, la abnegación y la muerte. Se puede respirar felicidad, disfrutar el presente y asumir la historia. Pero esta mujer hoy feliz, como Huracán, necesita le respeten algunos silencios. Porque las puertas del Ducó se hicieron demasiado anchas y porque la historia y la memoria, que privan de definición, no dejan de convivir con la pasión.

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