
Cuando sopló el viento y se llevó las palabras y la memoria de los testigos ya se firmaban escritos y los dioses se convirtieron en billetes: el contrato.
Si Maquiavelo hubiese susurrado y no escrito su famoso tratado no sería recordado como el ícono de la apología al incumplimiento de la palabra: No se debe ser fiel a las promesas, cuando esta fidelidad perjudica y han desaparecido las causas que hicieron prometer.
Somos respetuosos de los contratos, espetó el presidente Ameal después de la eliminación de la Copa Libertadores, horas antes de que Ischia dijera en conferencia de prensa: mi contrato es hasta diciembre y lo voy a respetar.
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