Messi conminado en la línea derecha, sin quien le devuelva una pared y permanentemente rodeado. Iniesta lento en las decisiones. Centros infortunados de Dani Alves a un área congestionada, Abidal expulsado en el minuto ´66 y dos penales no cobrados en su propia área.
Barcelona se iba derrotado en el barro de la impotencia sin encontrar la llave del candado azul. Era el triunfo del pragmatismo sobre el lirismo, la presencia física y la detallada estrategia defensiva sobre cualquier intento creativo.
Pero Barcelona también tiene corazón. Y buscando hasta el último instante, aun con diez hombres, en el último aliento, en el minuto 92, en la última bola de la noche, Iniesta no dudó, no pensó, le pegó de primera y le rompió el arco a los blues (habilitación de Messi).
Barcelona viaja a Roma. Ronaldo espera a Messi. Porque las finales no se merecen sino que se ganan. Y habrá que recordarle a Hiddink que para ganar NUNCA SE DEBE RENUNCIAR A JUGAR.
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