No perder es transcurrir. Y así transcurren Boca y River, padres de la quiebra del fútbol argentino que explota estadios y atrae turistas eventuales.
Como una imprecisa democracia ateniense, el superclásico puede conformarse como el espectáculo de todos. Ya vimos como el marco del juego dejó de ser marco del espectáculo para ser parte (fundamental y excluyente) del programa televisivo (realmente escalofriante). Y guardar la entrada, porque yo estuve ahí y yo también, mirá, y yo... y en estar ahí parece agotarse el asunto. La Bombonera que tiembla es el ágora ateniense donde pasa lo trascendente, la discusión y el intercambio de los presentes, de todos, de todos los que pudieron acceder. Por eso digo imprecisa democracia ateniense, porque para precisarla apenas un tanto, hay que recordar que sólo algunos elegidos tenían lugar en el ágora.
Durante la semana previa, mientras preparamos nuestro primer concurso (“Despertate en colores”) los amigos de Vale Chumbar me invitaron a pronosticar el superclásico (jueves 16.04.09) y puse así:
“Riquelme sin entrenar, Fabbiani de pelo corto, Cáceres ni, Gerlo ahí, uno viene de perder, el otro lo mereció, de salvar la temporada - y acaso algún puesto - se trata: CADA SUPERCLASICO ES UN IMPONDERABLE. Puede ser un pálido y tenso empate en la Bombonera (1-1) y aunque ataje Abbondanzieri acaso Boca levante los brazos".
En Fútbol Vintage posteamos una remembranza, quizá para alimentar la previa o para bajar decibeles y confrontar realidades según los oídos que se presten. La devaluación del clásico, al que de super le quedó poco, representa en forma cruda y patente el estado actual de nuestro fútbol.
Como pusimos en nuestra tapa nº 90, vimos poco más que una sucesión de duelos individuales, campeones del raspado que conformaron una congregación de guapos berretas; guapos sin fútbol, guapos de codos y lengua afilados, guapos que, acto seguido, se revuelcan en el suelo para levantarse y pedir amarilla.
Armados de atrás hacia delante, ambos tiraban alguna timorata ficha al arco de enfrente: River lateralizando y transcurriendo en el terreno hasta la entrada de Buonanotte (el planteo se lee al no encontrar jugadores delante de la línea de la pelota) y Boca un poco mas de arremetida con Gaitán por el centro y Palacio por bandas. Pero ver a Fabiani sin pleno dominio de su humanidad, esperar y seguir esperando a que Falcao defina un mano a mano, encontrar a Cabral reventando la pelota y a Vega perderla de sus manos; ver a Battaglia repartiendo patadas, buscar las manos de Abbondanzieri, mirar a Chavez sin hallar ubicación en la cancha o ver a Palermo errándole a la pelota es demasiado para 90 minutos clásicos.
De este modo y sin milagros de por medio, si la originaria democracia ateniense devino en lo que hoy tenemos no se dificulta demasiado vislumbrar los clásicos venideros.
EXTRACTO DEL PARTIDO (9 MINUTOS)
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