En la sección “Mundiales 78” desarrollamos algunos tópicos mal conocidos que si bien lo incluyen, trascienden el medio futbolístico. Hoy, a 30 años, trataremos de rememorar y ampliar, con la ventaja que nos da la perspectiva, los hechos que menos se recuerdan acercándonos a lo que en definitiva no dejó de ser una inolvidable y objetada gesta futbolística.
1978, 6 de junio.
Basado en la eficacia de Marius Tresor como líbero, en la habilidad de Michel Platini (21) y en la velocidad de sus puntas Didier Six y Bernard Lacombe, el equipo llegaba con buen pie pero algo desordenado puertas adentro. Las presiones de Platini sobre el entrenador Michel Hidalgo por la titularidad de Dominique Bathenay (lesionado) y la amenaza del plantel a no presentarse de no cobrar individualmente por vestir la indumentaria que la Federación francesa les diera después de pactar con Adidas caldeaban un tanto el ánimo que venía erosionado por la derrota ante Italia (1-2) en Mar del Plata.
Francia se juega la clasificación en el Monumental donde llueven papelitos. Y estuvo cerca de conseguirla mostrando buen juego.
Cuatro días después la selección francesa se despide del Mundial 78 en la ciudad de Mar del Plata, en una tarde curiosa: la FIFA había informado a la delegación húngara que el color rojo de sus camisetas se confundiría con el azul de las francesas en la televisión a blanco y negro de Argentina. Pero cuando salen a jugar el partido con la casaca blanca (alternativa) encuentran al equipo francés apostado en el campo con su casaca blanca (alternativa). Así, los franceses deciden enmendar su error de “corrección” y piden les acerquen camisetas del club de fútbol más cercano al estadio. Con sus medias rojas, pantalones azules y las camisetas del club Kimberley, a bastones verdes y blancos, Francia vence a Hungría por 3 a 1.
Pocos días más tarde, el 19 de junio, el embajador estadounidense en Buenos Aires – Raúl Castro – envía un informe al secretario de Estado de su país – Cyrus Vance – haciéndole saber que el seleccionado francés “presentó un reclamo ante la presidencia argentina por 22 ciudadanos franceses desaparecidos”. En la lista figuran las monjas Alice Dumon y Leonie Duquet, secuestradas en 1977 por un grupo de tareas que integraba Alfredo Astiz. Para entonces, miles de argentinos habían emigrado a París y alrededores.
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