Está de moda decir que el fútbol es un juego, nada más que un juego. Así el descenso, la pérdida de categoría en esta onda cool (?), no implica mas que un resultado deportivo. No se trata de la muerte de nadie, concluyen los expertos.
Sin embargo, la gente llora ante la tragedia de ver al equipo de los amores penando en otras canchas, distintas a las que corresponden - al menos para el corazoncito -, jugando con otra pelota, con la tevé en dosis infinitamente menores, más rejuntado. Casi amateur.
Y se apena por los pibes que serán fatalmente hostigados por sus pares, de recreo a recreo, templando a ese hincha en formación, preparándolos, quizás, para aprender a perder en otras instancias de la vida.
Y sufre por los viejos, principales responsables que uno ahora, también, sienta este vacío. Un viceversa de pálidas.
Aún así aprenderá que los carnets nunca deben romperse, que hay que perseverar en los amores, que no hay mal que dure cien años.
Porque al fin y al cabo, no se trata de la muerte de nadie.
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