1978, 10 de junio.
Argentina e Italia, ya clasificadas a cuartos de final, se encuentran en el estadio Monumental para definir el ganador del grupo 1 que se quedaría a jugar en Buenos Aires.
La azurra viene sorprendiendo por su efectividad y su juego menos conservador. Enzo Bearzot basa su selección en el Juventus ganador del scudetto agregando un refuerzo por línea: Bellugi (Bolonia) en la defensa, Antognoni (Fiorentina) en el mediocampo y Paolo Rossi (Vicenza) en la ofensiva se adosan a la columna vertebral turinesa de Zoff, Gentile, Scirea, Cabrini, Tardelli, Benetti, Causio y Bettega.
En una de las mejores performances argentinas, en la noche de las luchas titánicas entre Passarella y Bettega, Italia se lleva el partido y el primer puesto del grupo. Un gol de Bettega, en una brillante pared con Paolo Rossi, termina en el arco de Fillol y enmudece a Buenos Aires. Argentina debe viajar a Rosario y un signo de interrogación cae pesado también sobre la dirigencia.
Al día siguiente – domingo – mientras Videla, su esposa, Harguindeguy (Ministro del Interior), Villarreal (mano derecha del presidente), Cantilo (presidente de AFA), Merlo (titular del EAM) y Havelange (presidente de FIFA) bajan en el aeropuerto mendocino de El Plumerillo para presenciar Holanda – Escocia, se abren algunos debates en el seno del equipo argentino. Los jugadores quieren viajar a Rosario en micro pero la organización previó, por cuestiones de seguridad, que el traslado fuera en avión. También se discute si deben llevarse todas sus pertenencias (ropa, libros, música, etc.) o lo indispensable para unos días en Rosario: ¿un impasse o un seguro regreso a la concentración en la Fundación Salvatori para jugar la final en Ríver? La mayoría, por cábala o convicción, lleva lo mínimo y esencial.
Italia y Argentina. 1934 y 1978. Mussolini y Videla. Pero el logo del Mundial 1978 fue presentado en la ceremonia de clausura de Alemania 74, el 7 de julio, seis días después de la muerte del General Perón.
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