Y pasó Boca. Contra muchas dudas y pronósticos. Y creo que las claves (2) de este desenlace pasan por un lugar que supo mencionar Victor Hugo Morales: "El fútbol es un estado de ánimo". Después del partido de ida que empató sobre la hora en la Bombonera, Boca viajó a Paraguay como un punto muy lejos de la banca. Así, Boca salió a la cancha muy concentrado y alerta. Porque viene atendiendo dos frentes (toreno local y copa) y ese esfuerzo trae resultados agridulces. Caminando por la cornisa, Boca puede llevarse todos los laureles o la panera vacía. Porque el torneo está muy peleado y porque el partido de ida con Libertad fue una alarma demasiado estridente. Y aquí, hay que decirlo, aparece aquel concepto tan ambiguo de la mística, que en Boca es histórico. En estos casos quienes visten esa camiseta no se amedrentan, todo lo contrario.
Ante este panorama se encuentra Libertad, equipo que juega muy bien de visitante pero dificultado en su condición de local. Y se vio claramente el porque de esos resultados. Porque Libertad, a pesar de jugadores distintos como Guiñazú, está diseñado menos para producir que para destruir el juego ajeno. Y esa cualidad conservadora lo hace vulnerable en su casa.
Palermo abraza (?) a Palacio, autor del 2 - 0.
La otra clave fue la aparición de Riquelme. A una jugada que reunió las dos características salientes de su juego, le agregó lo que casi siempre le falta: audacia. Riquelme peleó una pelota en mediocampo, la protegió (lo que mejor sabe hacer), se arrimó al área y lanzó de media distancia (su otra cualidad príncipe).
Así, Boca revierte un cielo que se nublaba, muy a pesar de los goles que erra Palacio, las fallas de Caranta y el esfuerzo de un doble frente. Boca volvió a poner primera, se metio en semifinales y ahora causa preocupación.
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