Cada nacimiento es un porvenir, una incógnita, una probabilidad. ¿Podríamos haber calculado que ese niño de tres o cuatro años que caminaba por las calles del Abasto fuera Carlos Gardel? ¿O qué aquél niño de Alta Gracia fuera el Doctor Ernesto Guevara? ¿Podríamos haber calculado que ese chico que hacia jueguito con la pelota y soñaba jugar un mundial de fútbol sería, en años, Diego Maradona?
Hablando del superclásico y de su genealogía, encontramos un solo dato que puede dar la punta del ovillo de esta pasión desigual que divide al país cada vez que sucede un Boca – Ríver: el barrio, la rivera, el puerto.
Allí nació está historia junto con el siglo XX, y el crecimiento desmesurado de Buenos Aires. Y el sitio es el dato diferente porque "allí donde los señoritos ingleses que solían seguir equipos de fútbol aplaudían amablemente, los de (la) Boca gritaban e insultaban. Es decir, tenían una actitud mucho más bárbara y mucho más entusiasta." Porque "el barrio de La Boca es el único barrio de población homogénea que hubo en Buenos Aires a principios del siglo veinte. En cada barrio había italianos, turcos, rusos, españoles, pero en La Boca se concentraron italianos y, sobretodo, genoveses, los xeneizes." (Boquita, Martín Caparrós)
Se jugaba al fútbol allí, en la canchita de la Dársena Sud (del puerto de Buenos Aires), entre grupos de barrio. En tiempos de la construcción del Dique 3, dos de ellos, Santa Rosa y La Rosales, se juntaron en un equipo al que hubieran bautizado “Juventud Boquense” si no hubiesen visto unos cajones apilados por marineros ingleses que decían “Ríver Plate”. Corría 1901.
Cuatro años más tarde (1905), en la plaza Solís del mismo barrio, cinco muchachos que jugaban al fútbol (Esteban Baglietto, Alfredo Scarpatti, Santiago Pedro Sana y los hermanos Juan y Teodoro Farenga) emprendieron la fundación de lo que sería un club.
Hijos de genoveses (xeneizes, en dialecto), pensaron en nombres como "Hijos de Italia" y "Estrella de Italia". Pero otros del grupo argumentaron una identificación barrial, algo así como "Defensores de Boca". Rodeados de traficantes ingleses en el puerto quedó “Boca Júniors” y después de no pocos gritos se redactó el acta fundacional el 3 de abril de 1905.
A pocos días y a pocas cuadras fue el primer partido oficial de River Plate en la era amateur: con camiseta blanca Ríver perdió 2-3 ante Facultad de Medicina, el 30 de abril de 1905, por el torneo de Tercera División, en la canchita de Dársena Sur.
Las crónicas cuentan que la primera camiseta que usó Boca Júniors fue de color rosa, la usó en un partido barrial como debut y despedida por razones obvias. Pasaron a finos bastones verticales blancos y negros o blancos y azules que tampoco tuvieron consenso. Así, adjudican a Juan Brichetto la ocurrencia de poner los colores de la camiseta según la bandera del próximo barco que entrase por el puerto; un buque sueco surcó las aguas del Riachuelo un indeterminado día de 1907.
La camiseta de River deviene del cruce con la comparsa carnavalera “Los habitantes del Infierno”. De los trozos de género rojo que quedaron de una fiesta recortaron unas bandas y las colocaron en diagonal con alfileres de gancho sobre la camiseta blanca de uso diario.
El 24 de agosto de 1913 fue el primer superclásico: Ríver le ganó a Boca 2 a 1, allí cerca, cruzando el Riachuelo, en cancha de Rácing Club, y ya entonces, en las calles de Avellaneda, supieron encontrarse las hinchadas que hoy viven en los extremos opuestos de Buenos Aires. Como Lucifer, ángel rebelde de Dios; como el inicio mismo del fútbol, aquella soulé de la Baja Normandía hace 600 años, un juego que opone a pueblos vecinos que por desordenes, heridos y muertos fuera prohibición de tantos reyes que no pudieron con el deporte rey.
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