[por DOS, líbero]
Es raro, muy raro, que en un minuto de silencio, haya silencio.
Esta consigna sólo admite verificación en una cancha de fútbol. En y para el marco que la cobija.
Esos veinte, treinta segundos que dura el minuto (?) se utilizan para las consabidas puteadas de las hinchadas entre sí, el folklore del fútbol. Aunque uno lo sepa irrespetuoso, sin límites, irracional. Pero es amor y no admite esas fronteras.
Ese día en la cancha del Rojo, para corroborar las excepciones que hacen reglas, hubo silencio. Uno de esos que hablan por sí mismos.
Los jugadores se juntaron en la mitad del campo, en ronda.
La gente intuyó que hay cosas con las que, por suerte y a Dios gracias, no se jode.
Hubo pausa. Sin banderas. Por 60 segundos.
Edgardo Fabián Prátola lo merecía. El “Ruso” se había ganado ese respeto en la cancha a fuerza de entrega y alguna que otra patadita.
Pero sobre todo, afuera de los límites de la línea de cal. El tipo luchó con una dignidad y un valor que quizás el fútbol le haya fortalecido. A mi no me quita nadie de la cabeza que con eso se nace.
Algunos le llaman huevos y está bien. Yo prefiero pensar en el coraje, eso mismo que no todos los que se creen con huevos pueden ejercer.
El Ruso jugó su partido con todo. Como siempre.
Y algunos dicen que lo perdió.
Otros creemos, por el contrario, que esta en plena disputa de otro partido que, más tarde o más temprano, jugaremos todos. Con pierna fuerte, con la lealtad de siempre, íntegro a los ojos de los que lo quisieron de verdad y de los que lo vieron, admiraron o putearon. Nunca indiferente.
Con un coraje Ruso.
Nota: Edgardo Fabián Prátola juega en otro campeonato desde el 27/4/00. Los que fuimos su público por estos lares lo recordamos con esa emoción que aprieta cogotes.
Texto: DOS
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