Octavio Muciño y Jaime López ya habían caído baleados en Guadalajara (1975) cuando el empresario Simón Charaf abrió el novedoso bar BAR como videobar y club privado (1984), apenas antes del Mundial mexicano de 1986 que lo convirtiera en EL sitio de fútbol sin sol, amigos, festejos y figuras. Derecho de admisión y una excelente ubicación (Av. De los Insurgentes 1854, México ciudad) continuaron elevando el nivel a la altura de David Copperfield, Bon Jovi y Madonna, sin salirse demasiado de la esfera futbolística: Diego Maradona, Hugo Sánchez, Rafa Márquez, Cuauhtémoc Blanco, Jorge Campos y Enrique Ponce, entre otros, festejaron allí, en el lugar clásico, como solía hacerlo la selección mexicana o los planteles del América.
Si bien la ley de Establecimientos Mercantiles en el Distrito Federal (en vigor desde 2009) prohíbe a restaurantes, cantinas, bares, cabarets y discotecas vender bebidas alcohólicas después de las 2:30 horas y los obliga a cerrar sus puertas a las 3 de la mañana (incluso el artículo 39 establece que de domingo a miércoles el horario de funcionamiento y de venta de bebidas alcohólicas debe reducirse una hora, es decir, a la 1.30 de la mañana), Salvador Cabañas (29) recibió una bala en su cabeza a las 5 de la mañana de ayer en el baño del bar Bar.
Algunos medios publicaron su muerte, otros la foto sacada por uno de los paramédicos y otros ya discuten política.
Mientras se especula con la vida de Cabañas, el peso más o menos pesado de quien le disparó (se habla de un senador), se seguirán violando reglamentos laxos, seguirán llegando personas "influyentes" (y no menos prepotentes) que entren armados a los bares donde los jugadores (y no jugadores) seguirán asistiendo a festejar.
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