29.07.2011 - Siguiendo de cerca los movimientos brasileños hacia 2014, Brasileirao incluído, encontramos que, como viene pasando desde los años 80, las monstruosas inversiones y mejoras retroalimentan el ejercicio económico de los grupos multinacionales en desmedro de la misma población que recibe los megaeventos deportivos.
Serán años de mucho movimiento para la economía brasileña y las inversiones extranjeras: u$s 18.000 millones para el proyecto olímpico (2016), u$s 14.000 millones para las obras del Mundial (2014) (ni contamos la Copa América 2015) y otros u$s 14.000 millones para mejora de infraestructura y red de transportes (también el famoso tren bala podría llegar a Brasil para unir San Pablo y Río de Janeiro).
El 70% de las obras proyectadas para el Mundial ya empezó o empieza este año y los tiempos no son suizos. El Ministro de Deportes, Orlando Silva, dice que los megaeventos consolidarán a Brasil como "un país marcado por la diversidad, la tolerancia y la cultura de paz". Y el gobernador de Río, Sergio Cabral, que las olimpíadas traerán a Río “inclusión social”.
Pero de las 34 instalaciones que contempla el proyecto olímpico (18 ya están funcionando), casi todas se concentran en el sur y oeste de la ciudad que vienen experimentando la revalorización inmobiliaria desde hace unos años y las principales inversiones la recibirá uno de los barrios más caros, Barra da Tijuca (residencias de lujo en 38 bloques de departamentos sobre un terreno de 48 hectáreas).
La pregunta que se hacen los brasileños de a pie es hasta qué punto ellos, que pagarán las facturas de los elefantes previstos, terminarán beneficiándose de alguna manera.
Los Panamericanos de 2007 dejaron como legado edificios innecesarios, facturas infladas y todo tipo de irregularidades fiscales sin siquiera haberse construido las infraestructuras prometidas (1.5 millón de personas viven en las 950 favelas de Río).
Mientras tanto, el humo festivo de ser anfitrión, acelera las licitaciones, esconde los debates y erosiona el planeamiento urbano en pos de llegar a tiempo.
Las expulsiones y desalojos forzados ya son la previa instituida de los Mundiales y JJOO (35.000 familias de Nueva Delhi para los Juegos de la Commonwealth y 20.000 personas del asentamiento Joe Slovo en Sudáfrica son los últimos registrados, 2010).
Los riesgos son evidentes en el caso de Río de Janeiro, donde el lujo de barrios como Ipanema y Leblón convive con la omnipresencia de las favelas en los morros. Algunas, como la Maré (al norte de la ciudad), fueron tapiadas con muros (2008) como otra decena.
La ley establece que los afectados deben recibir una vivienda igual o mejor y en un lugar próximo. Pero, en el mejor de los casos, se les dio un cheque de (insuficientes) 5.000 reales.
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