Después de saludar a William Foulke, arquero de Sheffield United y Chelsea que llegó a los 165 kilos antes de retirarse con 2 FA Cup en su palmarés y quebrar un travesaño al colgarse; a Micky Quinn, goleador de Portsmouth, Newcastle y Coventry City (80-90) y Paul Gascoine (1988) que se comían los pasteles caídos de las gradas; a Neil Ruddock, que nole calzaban los pantalones; a Ferenc Puskas, castigado por los ingleses a los que le metió dos goles para el 6-3 húngaro en Wembley (1953) y Jean Claude Darcheville, alias Gronaldo, con 100 goles entre Francia, Escocia e Inglaterra, a Jan Molby, Neville Southall, Andy Reid, Tomas Brolin y John Harston, pasamos a Sudamérica para recordar las pizzas y hamburguesas del colombiano Ivan René Valenciano (220 goles) y aplaudir a Ronaldo (jugador lpnd), goleador histórico de los campeonatos mundiales para, finalmente, llegar a las pampas de la buena carne, ex granero del mundo y ennoblecer los nombres de estos deigords que dejaron huella profunda en los céspedes criollos:
1. Diego Armando Maradona: si bien fue objeto de estudio de médicos y científicos para el hallazgo del particular centro de gravedad de su breve fisonomía, los inicios grandes del Dié guardan la página en la que Hugo Gatti fue a buscar 4 masitas que le dejó Diego (Argentinos Júniors) en su arco xeneize (1980) después de haber boqueado que “ese gordito no puede hacerme un solo gol”. También en su última etapa, después de suspensiones, affaires, denuncias, adns, camorras y demás, se lo vio flaco y puro pómulo con la camiseta de Newells y hecho una bolsa con la camiseta de Sevilla.
2. Alberto José Márcico: el padrino de LPND dirimió con las balanzas desde sus inicios (no hizo inferiores). Apenas se metió en los gimnasios de Ferro, desarrolló una memorable caja torácica que no tardó en acompañarse de su respectivo tejido adiposo. Brilló en el Ferro de Griguol (1981-84) para irse a Francia (Tolouse) y convertirse en una eminencia del fútbol francés donde lo recuerda, entre otros, Jacky Paillard: "Sin sus lesiones, habría sido Maradona. Es cierto que comía mucho y nuestro entrenador quería controlarlo, pero rendía tan bien en la cancha que en su vida podía hacer lo que quisiera". Se dio el gusto de volver y salir campeón en el Boca de los halcones y las palomas aunque imaginarse al Beto con alas es un ejercicio de cierta complejidad: "Me hace reír cuando recuerdo que me llamaban ‘el Gordo Beto', ¡pero era cierto! Comía ocho pizzas cada semana. Y además tomaba 6 litros de gaseosa por día, aunque tuve que parar porque me salieron cálculos renales".
3. Rubén Walter Paz: otro jugador LPND recordado por todo preciado hincha de Rácing, que hizo maravillas en la mejor Academia de los últimos 40 años. Fueron casi inauditos sus ahorros energéticos sobrados y compensados con un alto menú de recursos futbolísticos entre los que descollaban una pegada única y un panorama asombroso (1988). Objeto de veneración e insultos, su andar de abdomen prominente, quedó grabado en otra memorable página.
4. Omar Asad: con tesón y esfuerzo el turquito se hizo un lugar en la primera de Vélez y la remó, traduciendo su gordura en potencia, hasta convertir el gol con que Vélez se consagrara campeón del mundo en 1994. Sus lesiones le acortaron drásticamente la carrera (1992-2000) y su ancha camiseta también es icónica.
5. José Turu Flores: compañero de fórmula del turco Asad en el Vélez multicampeón de Carlos Bianchi, caracterizado en veces, por jugar al pelotazo para los dos gordos de arriba. Algo mas disimulado su peso en su altura, el Turu, dueño de una gambeta indescifrable, logró provocar pesadillas a líberos y stoppers. Se fue a Europa (Las Palmas, 1996) y después de ganar una liga con La Coruña, regresó a Independiente (2004) rodando, para retirarse poco después con la camiseta de Aldosivi.
6. Juan Domingo Antonio Rocchia: compañero de pesos pesados como Beto Márcico, Cacho Saccardi y Héctor Chancha Arregui, el “burro”es recordado por su pegada, su tiempo y precisión en la marca como en la buena cantidad de goles convertidos por un defensor (10º goleador del mundo, 86/396). Su tamaño era descomunal y su lentitud muy atenuada por su categoría y sincronización. Otro recordado campeón del Ferro de Griguol que visto en sus últimos días de profesional no daba el target de futbolista.
7. Jorge Rinaldi: después de ascender con San Lorenzo (1982) la Chancha probó suerte en Gijón y en Turquía. Boca pareció quedarle cómodo, sin embargo llevó sus rollos directamente a Ríver para terminar retirándose, gordo, a los 28 años. Mañero, peleador y rubio no dejó de ser tapa de revistas y temible para los defensores. Hizo goles memorables.
8. José Luis Chilavert: cuando jugaba en inferiores de San Lorenzo me quedaba después de hora a ver los entrenamientos y, sobretodo, a los de arqueros. Entonces el flaco Cousillas, a un paso del retiro, entrenaba a un joven Chilavert, delgado y elástico como un resorte que no dejaba de asombrar por su resistencia física y agudeza de reflejos. Había que ver como respondía a la metralleta de pelotas que le tiraban a uno y otro palo para revolcarse, embolsar, devolver, volver a puesto y volver a revolcarse en cuestión de segundos. Pero el tiempo pasa para todos. Los brazos paulatinamente se alejaron de la mente, los pies se perfeccionaron en la pegada y Chilavert terminó sus exitosos días profesionales (2004) como una bolsa estampada de Bulldog.
9. Antonio Mohamed: el turco, devenido en demonio, tampoco supo cuidarse. Amigo de sus amig@s y de la noche mas que ninguno, pudo ser ordinario de selección pero no dejó sus rituales festivos que se tradujeron en superfluos kilogramos desplegados por las canchas de México, en la etapa final de su carrera (2003), después de haber vestido las camisetas de Huracán, Boca e Independiente.
10. Claudio García: lejos de los tiempos de selección y del saque de potencia que fue gol en Wembley, los últimos desbordes del turco García que comenzaban a terminar en infracción pronto dejaron de ser. En este caso los problemas de movilidad vinieron a suplirse con tintura, agarrones, golpes y prepoteadas que no dejaron de ser útiles al servicio del equipo. Su última temporada en Huracán (1998) ya cantaba el asunto que se vio marcado en los convexos bastones de su camiseta de Chacarita (2001).
11. Alberto Acosta: sobresalía por su particular y mañosa protección del balón. Nadie como él para arrojar a la piscina de césped semejante humanidad antiestética, gajes del oficio que le dicen del goleador que, como la chancha Rinaldi, alternó la camiseta xeneize con la azulgrana del retiro (2004). No sin reparos, pasados los 40 (años) y superando el doble en kilos, siguió probando suerte en Fénix.
12. Miguel Brindisi: el fútbol recuerda a Miguelito como uno de los mejores 8 argentinos. Precisión, velocidad y juego exquisito de exportación y mundialista. Pero en sus horas de ocaso futbolístico, quien haya visto al Rácing de la B (1984), no podrá olvidar aquella pegada ni esa busarda que llevaba un cerebro desigual.
13. Cristian Fabbiani: "Mi hijo no es gordo, siempre fue grandote – dice su madre. ¿Lo quieren poner a dieta? No les conviene, que lo dejen comer y seguirá haciendo goles". El verborrágico ogro viene a investirse como la versión contemporánea del gordo tiracaños. Aun no ganó nada más que gatos extraordinarios. Va en busca de su redención.
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