Quien como Van Gogh para retratar la angustia y los horizontes vedados. Quien pudiera retratar el ánimo de la salida del Estadio Único esta noche.
Internacional, con un hombre menos (nada menos que Guiñazú) desde el minuto 25 se llevó de La Plata (sí, de La Plata) la primera final de la Sudamericana.
Un gol de penal (Alex) y cuenta cerrada. Un penal tan inventado como minutos antes la voluptuosa caída de Verón que valió la expulsión de Guiñazú, abatió a un Estudiantes desgajado.
Y así, con orden y un estado físico que responde a la presentación de suplentes en el Brasileirao, Inter se llevó lo que vino a buscar: el cero en su arco.
La angustia de Estudiantes es enorme. Cuarenta mil almas, tres generaciones después de 37 años se congregaron para una nueva final internacional. Pero no sólo no apareció la mística copera: no apareció el fútbol, ni el fuego, ni la puntería, ni la suerte (esa de pretender la lotería sin comprar billetes).
Y, sin ideas y luego sin piernas, con un Verón magistral, el León perdió un invicto de 44 partidos en el Único, cerrando una temporada errática del mejor equipo argentino de los últimos años que trae vientos y corrientes más profundas hacia un inevitable fin de ciclo.
Internacional, con un hombre menos (nada menos que Guiñazú) desde el minuto 25 se llevó de La Plata (sí, de La Plata) la primera final de la Sudamericana.
Un gol de penal (Alex) y cuenta cerrada. Un penal tan inventado como minutos antes la voluptuosa caída de Verón que valió la expulsión de Guiñazú, abatió a un Estudiantes desgajado.
Y así, con orden y un estado físico que responde a la presentación de suplentes en el Brasileirao, Inter se llevó lo que vino a buscar: el cero en su arco.
La angustia de Estudiantes es enorme. Cuarenta mil almas, tres generaciones después de 37 años se congregaron para una nueva final internacional. Pero no sólo no apareció la mística copera: no apareció el fútbol, ni el fuego, ni la puntería, ni la suerte (esa de pretender la lotería sin comprar billetes).
Y, sin ideas y luego sin piernas, con un Verón magistral, el León perdió un invicto de 44 partidos en el Único, cerrando una temporada errática del mejor equipo argentino de los últimos años que trae vientos y corrientes más profundas hacia un inevitable fin de ciclo.
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