Wednesday, April 30, 2008

Liga Deportiva Universitaria (Ecuador) 2 Estudiantes (Argentina) 0

COPA LIBERTADORES DE AMÉRICA 2008 - OCTAVOS DE FINAL – IDA


Estudiantes fue a construir un castillo (partido) a la costa (altura). Sabiendo que la marea subiría tomó todos los recaudos y marchó a Quito (Ecuador) con un plan claro y establecido que se propuso cumplir a rajatabla: orden estratégico, cuidado de pelota y sorprender en alguna remota posibilidad.
Así salió a jugar Estudiantes, abroquelado, con los ojos bien abiertos y los sentidos bien despiertos, espalda con espalda en medio de un estadio repleto, mostrando su complementación de equipo como cualidad príncipe y pensando menos en el arco de enfrente que en sus propias piernas.
El arquitecto, Verón, regulaba los tiempos y mostraba como mover la pelota mientras el capataz Benítez movía unos hilos (hizo un caño de antología) y los obreros cumplían ordenadamente su libreto. Había que construir bases sólidas para un castillo que debía, de buenas a primeras, afrontar la consabida marea que llegaría, en el mejor de los casos, terminando el segundo tiempo.
Así, durante la primera etapa no hubo demasiados sobresaltos y la obra en construcción fue llevándose a cabo según los proyectos pautados; orden, concentración y no menos esfuerzo dieron sus frutos hasta el descanso. Pero quizá hubo un error de cálculo: el desgaste de recursos que demandó la construcción de la primera parte fue superior al esperado. Y entonces cuando el agua comenzaba a acerarse el arquitecto Verón empezó a desplegarse y a multiplicarse hasta que el cansancio venció a la precisión y los obreros se encontraron encimados. La indefectible marea creció: el agua empezó a llegar y a erosionar la obra tan prolijamente diseñada en Buenos Aires. Y frenar el agua es algo muy difícil. Las grietas empezaron a abrirse por el flanco izquierdo.
Juan Manuel Díaz (terminó expulsado) tuvo una pesadilla con Joffré Guerrón, hombre oscuro y voluminoso que dominó el balón en velocidad de manera poco habitual. Una vertiginosa aplanadora que salva su carril derecho en línea recta y que con la pelota en movimiento entre sus pies sortea rivales (pareciera) hasta el último que se anime a cruzarse en su camino. Pareciera también que el inicio de sus carreras verticales son tan tibias como sus propias esperanzas de llegar al fondo y tirar el centro. Porque las arremetidas, si bien son exitosas, no son limpias. Rebotes, césped irregular, algo de ímpetu o fortuna y el forcejeo con sus marcadores hacen que se mire el desarrollo de la jugada como una contienda de final abierto: tanto puede trabar y salir jugando el marcador como terminar Guerrón rematando al arco, casi sin ángulo, y marcar el gol: esto último es lo que ocurrió en el minuto 63. Así, después de un aviso por su mismo surco que terminó en centro y cuando las piernas de Estudiantes comenzaron a acusar recibo de la altura (2800 metros sobre el nivel del mar), se abrió el partido que venía cerrado muy prolijamente por la honorable labor de concentración colectiva de Estudiantes.
Tardó poco el agua en derribar el castillo que estaba levantando Estudiantes muy laboriosamente. Nuestro conocido (argentino) Damián Manso se encargó de poner el segundo gol. En ese corto tiempo y en muy breves opciones desperdiciadas pudo verse que Lázaro, encargado de las terminaciones de la obra (llámese yesero o goleador) no está haciendo honor a la fábrica de centrodelanteros pincharratas que sacó nombres como Palermo, Pavone y Farías. El corto tiempo que le costó al castillo sucumbir al agua de la marea esperada puede armar la sospecha de que ese castillo proyectado por Estudiantes era sólo de arena.

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