Monday, April 7, 2008

Juan Pablo Carrizo

Juan Pablo Carrizo (23) fue una de las patas en que se apoyó Ríver para ganar su juego de la 9º fecha ante Lanús. A su solvente actuación le agregó un nuevo penal atajado (3 de 6) en un partido que terminó 1-0.



Con problemas en su pasaporte comunitario para pasar al Lazio – dueño de su pase por u$s 10 millones - Carrizo espera a préstamo en el club que lo vio catapultado a primera división. Fue Daniel Passarella quien, sin vibración de pulso y enfrentando arremolinadas críticas, se plantó en darle la titularidad al momento de deshacerse, sin más, de Germán Lux. Desde entonces Juan Pablo Carrizo se perfila como el mejor arquero argentino de la actualidad y acaso, de los últimos tiempos. Largos tiempos en que el arco de la selección argentina estuvo (y está) al resguardo de candados sin llave.

Cierta prensa puede agruparlo en un pool junto a Mauricio Caranta (Boca Júniors) y Mariano Andújar (Estudiantes de La Plata), pero lo cierto es que por técnica, reflejos, concentración, movilidad y presencia está por encima de sus colegas. Y tal vez, para disipar dudas, es que “Amadeus” haya caído en el asunto de los gestos.

Si bien un “gesto” puede definirse como un “acto que se realiza por un impulso del ánimo” vale aquí en sentido figurado para hablar de los pequeños hechos que agiganta la impertérrita reiteración, multiplicación y circulación de imágenes (en nuestra actualidad un jugador puede constituirse en cierta opinión pública menos por el gol que por el gesto de su festejo).

En este marco y a poco de emigrar definitivamente, “Amadeus” cree necesario demostrar, dejar en claro a quienes dudan o le retacean algún reconocimiento, que es el número 1. Y para decirlo recurre al gesto. Gesto artificial y premeditado que no deja de ser un evento comunicativo, una forma de comunicación no verbal.




Si Amadeo Carrizo fue el primero en usar guantes y en salir del área, Juan Pablo Carrizo muestra, acaso innecesariamente, incipientes pretensiones de ser considerado entre los primeros en dominar la pelota con los pies.

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