“Siempre me acelera el bobo ver en una plaza a un pibe de buena técnica, un buen pase, una gambeta; es como estar en una final de copa. Logra emocionarme, algo que hoy nuestro fútbol no consigue. Las causas, como en todo proceso social (el fútbol es el máximo) y colectivo, son miles. La primera, hablo de los últimos 15 años, es la pérdida del juicio de valor sobre el juego. Se exacerbó tanto lo de ganar o ganar, que perdimos la sabiduría del cómo. No se critica al que juega mal. Aunque sea horrible, si es menos malo que el rival (se ve con frecuencia), es bueno. Y no es así… Me aburre y me pone nervioso la falta de respeto por el valor de la pelota (en mi época la cuidábamos, la amábamos y hasta dormíamos con ella), hoy tratada como una mina vulgar y regalada al rival como algo despreciable...
... Es un tema cultural en sintonía con la realidad social. Hoy, cierto público de fútbol es como el de los recitales, a los que asisten jóvenes de 15 a 30 años que no van a escuchar, como sería lógico, sino a cantar ellos, con su novia sobre los hombros, sin que les importe si alguien desafinó o le erró a una tecla. Con esa idea van a la cancha, lo que menos miran es el partido. No saben lo que es jugar bien o mal. Sólo les importa su propia presencia, el “aguante”. No puede haber crítica...
... Y salvo excepciones, los que juegan actúan igual, ¿por qué serían diferentes? Lejos de la autocrítica por la falta de técnica, de pausa, de crecer aprendiendo. Me aburren, reitero, el interés por la guita, el desinterés por jugar bien (lo más lindo del mundo). Pero se puede cambiar, hay pibes que juegan bien, o que podrían hacerlo. Descubrir por qué no lo hacen es uno de los objetivos de esta nota. Inculquemos el placer por el juego. Y así el fútbol no se parecerá tanto a lo que somos como sociedad.”
Roberto Perfumo
... Es un tema cultural en sintonía con la realidad social. Hoy, cierto público de fútbol es como el de los recitales, a los que asisten jóvenes de 15 a 30 años que no van a escuchar, como sería lógico, sino a cantar ellos, con su novia sobre los hombros, sin que les importe si alguien desafinó o le erró a una tecla. Con esa idea van a la cancha, lo que menos miran es el partido. No saben lo que es jugar bien o mal. Sólo les importa su propia presencia, el “aguante”. No puede haber crítica...
... Y salvo excepciones, los que juegan actúan igual, ¿por qué serían diferentes? Lejos de la autocrítica por la falta de técnica, de pausa, de crecer aprendiendo. Me aburren, reitero, el interés por la guita, el desinterés por jugar bien (lo más lindo del mundo). Pero se puede cambiar, hay pibes que juegan bien, o que podrían hacerlo. Descubrir por qué no lo hacen es uno de los objetivos de esta nota. Inculquemos el placer por el juego. Y así el fútbol no se parecerá tanto a lo que somos como sociedad.”
Roberto Perfumo
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