“Según una de las definiciones más difundidas, un signo es algo que sustituye a otra cosa en algún aspecto o carácter. En ese sentido, no sólo las palabras, los dibujos, los diagramas sino cualquier objeto o fenómeno del mundo puede, en ciertos aspectos, actuar o ser entendido como signo (…) sin embargo hay algo que parece resistirse a ser utilizado para significar otra cosa, y son la entidades matemáticas” (U. Eco), los inefables números que en el fútbol y a manera de puntos reparten premios y castigos.
Tan ajustados, los números de hoy suelen negarse a simbolizar lo que sucede en la cancha, decir que Lanús no es tan campeón o que Rácing no es tan promocionable después de un 3-3 devenido de un 0-3 no deja guiñar a la paradoja.
Rácing ganaba 3 a 0 sustentado tanto en su despliegue como en el desconcierto granate hasta el minuto 44, cuando Sand encontró un rebote y clavó el 1-3 a segundos del descanso.
Lanús, que en el trajín del doble frente (es el único invicto en la Copa Libertadores) se convirtió en una infortunada enfermería, viene rotando esquemas, diagramas y nombres no sólo entre fecha y fecha sino en medio de los partidos. Y Rácing sin Facundo Sava puede ser exageradamente inofensivo.
Aquí volvemos a los números: si Rácing hizo 3 goles (la mitad de los que había hecho hasta aquí en 10 fechas) y ninguno de ellos fue de Sava, ¿reflejan los números la importancia de Sava? El colorado se fue lesionado a la media hora de juego y Rácing siguió jugando de la misma manera, es más, aumentó la diferencia en base a pelotazos de fervor.
Sin embargo, apenas empezado el segundo tiempo Lanús arremetió de guapo y Sand puso el 2-3 para seguir buscando. Y esa búsqueda (desordenada) dejó plantado un equipo muy desbalanceado que dejó espacios para no menos de cinco situaciones que pudieron ser goleada. La alarmante impericia de Erwin Ávalos y Reinaldo Navia (puntas de descarte que le quedaron a Rácing) ayudada por correctas ubicaciones de Bossio evitaron la temprana liquidación del partido. Porque Lanús, en el despecho de la derrota, perdió absolutamente cualquier orden de retroceso y relevos defensivos.
Puede decirse que alguien con hambre, urgido de la necesidad inmediata, no puede sentarse a leer un libro o experimentar sublimaciones frente a una obra de arte: no puede pedírsele hoy a Rácing juego límpido, claro y elegante. Si puede pedírsele, y de hecho lo acusa, entrega, sacrificio, despliegue e intensidad de juego: no espere el espectador ver paredes, caños y juego bajo más que pelotazos, gritos y agarrones.
Pero alguien con hambre (de puntos) no puede conseguir un buen trozo de carne y quemarlo por impericia. No puede Rácing, si se precia de primera división, errar las situaciones que genera por la increíble carencia técnica de sus puntas (Ávalos y Navia), amén de que el equipo no sabe tener la pelota, no tiene herramientas para manejar los tiempos de un partido y va, siempre, al golpe por golpe. Y aquí entra el entrenador, ahora Chocho Llop.
En el minuto 89, Lanús se fue al humo y, en el alborotado hormiguero en que se convierte la defensa de Rácing en su propia área, encontró otro rebote y clavó el 3-3.
Vimos dos centrales fuertes y efectivos en Mercado y Sosa, aunque sólo resuelvan con rechazos, la importancia de las experimentadas mañas de Chatruc, la buena ubicación del impreciso Bastía, la claridad de Maxi Moralez, la jerarquía de Diego Valeri y un hallazgo: Franco Zuculini, de 17 años.
Si algo perdió el entrenador en estos tiempos es, entre otras cosas, intimidad de trabajo. Hoy todo termina sabiéndose, incluso las charlas de pasillo. No sólo eso. Hoy el jugador opina, propone y denuncia, cosas que en tiempos del mismo Llop jugador no ocurrían. Su contrato con Rácing cae como manotazo de ahogado para sacar al equipo del descenso en diez partidos. Y si un ejemplo hay de la cháchara periodística sobre el rol del entrenador, es este.
Nadie habló en este caso (o sí?) de “la mano de Llop”, de “los equipos de Llop” o de “el estilo Llop” como, por ejemplo, de la flamante contratación de Independiente, Claudio Borghi (como si el Bichi le enseñara tirar caños a Herrón o lograra que Denis pise la pelota). Pero sí se habló de que lleva la escuela de Bielsa, de que trabaja con la pelota al piso, etc. etc. etc. como si los recursos humanos de los clubes argentinos sustentaran este tipo de planes en un fútbol que deja al entrenador poco más que el amenazado espacio de reciclador mediático sin garantía de contratos.
Muy lejos de la mala suerte (“encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual”), Rácing sigue siendo víctima de sus propias carencias. Y Chocho Llop toma nota. La lesión de Sava continúa, Ávalos y Navia son las puntas disponibles. Reinaldo Navia, ya separado del plantel por bajo rendimiento bajo el entrenador anterior, Miguel Micó, convirtió 156 goles en 348 partidos de primera división pero el último gol lo hizo hace más de un año (28.03.07 en un amistoso chileno contra Costa Rica). Sin embargo después de tamaño partido (Lanús), Chocho Llop dice que Navia “es importante en el circuito de juego”, que sabe entenderse por bajo con Chatruc y Moralez y hasta que podrían rotarse los puntas porque la altura de Sava conlleva a tirar centros, algo que reconoce como recurso y no como sistema.
Jamás, desde que llegó a Rácing, Navia tuvo un espaldarazo semejante. El trabajo psicológico ( le llaman motivación) es una de las mínimas variables a la que echó mano Llop sobre los recursos disponibles en su trabajo sin red ni tolerancia de error. Sava estará ausente y Navia tiene respaldo mientras el chico Malano (que no deja de ser chico) está practicando y practicando sólo definición. Digamos que, ajeno a los caprichos del azar y a los teatrales tonos del rigor, Chocho Llop apeló a algo que no refleja ninguna tabla de números ni promedios y quizá debiera cotizar algo más : el sentido común.
Tan ajustados, los números de hoy suelen negarse a simbolizar lo que sucede en la cancha, decir que Lanús no es tan campeón o que Rácing no es tan promocionable después de un 3-3 devenido de un 0-3 no deja guiñar a la paradoja.
Rácing ganaba 3 a 0 sustentado tanto en su despliegue como en el desconcierto granate hasta el minuto 44, cuando Sand encontró un rebote y clavó el 1-3 a segundos del descanso.
Lanús, que en el trajín del doble frente (es el único invicto en la Copa Libertadores) se convirtió en una infortunada enfermería, viene rotando esquemas, diagramas y nombres no sólo entre fecha y fecha sino en medio de los partidos. Y Rácing sin Facundo Sava puede ser exageradamente inofensivo.
Aquí volvemos a los números: si Rácing hizo 3 goles (la mitad de los que había hecho hasta aquí en 10 fechas) y ninguno de ellos fue de Sava, ¿reflejan los números la importancia de Sava? El colorado se fue lesionado a la media hora de juego y Rácing siguió jugando de la misma manera, es más, aumentó la diferencia en base a pelotazos de fervor.
Sin embargo, apenas empezado el segundo tiempo Lanús arremetió de guapo y Sand puso el 2-3 para seguir buscando. Y esa búsqueda (desordenada) dejó plantado un equipo muy desbalanceado que dejó espacios para no menos de cinco situaciones que pudieron ser goleada. La alarmante impericia de Erwin Ávalos y Reinaldo Navia (puntas de descarte que le quedaron a Rácing) ayudada por correctas ubicaciones de Bossio evitaron la temprana liquidación del partido. Porque Lanús, en el despecho de la derrota, perdió absolutamente cualquier orden de retroceso y relevos defensivos.
Puede decirse que alguien con hambre, urgido de la necesidad inmediata, no puede sentarse a leer un libro o experimentar sublimaciones frente a una obra de arte: no puede pedírsele hoy a Rácing juego límpido, claro y elegante. Si puede pedírsele, y de hecho lo acusa, entrega, sacrificio, despliegue e intensidad de juego: no espere el espectador ver paredes, caños y juego bajo más que pelotazos, gritos y agarrones.
Pero alguien con hambre (de puntos) no puede conseguir un buen trozo de carne y quemarlo por impericia. No puede Rácing, si se precia de primera división, errar las situaciones que genera por la increíble carencia técnica de sus puntas (Ávalos y Navia), amén de que el equipo no sabe tener la pelota, no tiene herramientas para manejar los tiempos de un partido y va, siempre, al golpe por golpe. Y aquí entra el entrenador, ahora Chocho Llop.
En el minuto 89, Lanús se fue al humo y, en el alborotado hormiguero en que se convierte la defensa de Rácing en su propia área, encontró otro rebote y clavó el 3-3.
Vimos dos centrales fuertes y efectivos en Mercado y Sosa, aunque sólo resuelvan con rechazos, la importancia de las experimentadas mañas de Chatruc, la buena ubicación del impreciso Bastía, la claridad de Maxi Moralez, la jerarquía de Diego Valeri y un hallazgo: Franco Zuculini, de 17 años.
Si algo perdió el entrenador en estos tiempos es, entre otras cosas, intimidad de trabajo. Hoy todo termina sabiéndose, incluso las charlas de pasillo. No sólo eso. Hoy el jugador opina, propone y denuncia, cosas que en tiempos del mismo Llop jugador no ocurrían. Su contrato con Rácing cae como manotazo de ahogado para sacar al equipo del descenso en diez partidos. Y si un ejemplo hay de la cháchara periodística sobre el rol del entrenador, es este.
Nadie habló en este caso (o sí?) de “la mano de Llop”, de “los equipos de Llop” o de “el estilo Llop” como, por ejemplo, de la flamante contratación de Independiente, Claudio Borghi (como si el Bichi le enseñara tirar caños a Herrón o lograra que Denis pise la pelota). Pero sí se habló de que lleva la escuela de Bielsa, de que trabaja con la pelota al piso, etc. etc. etc. como si los recursos humanos de los clubes argentinos sustentaran este tipo de planes en un fútbol que deja al entrenador poco más que el amenazado espacio de reciclador mediático sin garantía de contratos.
Muy lejos de la mala suerte (“encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual”), Rácing sigue siendo víctima de sus propias carencias. Y Chocho Llop toma nota. La lesión de Sava continúa, Ávalos y Navia son las puntas disponibles. Reinaldo Navia, ya separado del plantel por bajo rendimiento bajo el entrenador anterior, Miguel Micó, convirtió 156 goles en 348 partidos de primera división pero el último gol lo hizo hace más de un año (28.03.07 en un amistoso chileno contra Costa Rica). Sin embargo después de tamaño partido (Lanús), Chocho Llop dice que Navia “es importante en el circuito de juego”, que sabe entenderse por bajo con Chatruc y Moralez y hasta que podrían rotarse los puntas porque la altura de Sava conlleva a tirar centros, algo que reconoce como recurso y no como sistema.
Jamás, desde que llegó a Rácing, Navia tuvo un espaldarazo semejante. El trabajo psicológico ( le llaman motivación) es una de las mínimas variables a la que echó mano Llop sobre los recursos disponibles en su trabajo sin red ni tolerancia de error. Sava estará ausente y Navia tiene respaldo mientras el chico Malano (que no deja de ser chico) está practicando y practicando sólo definición. Digamos que, ajeno a los caprichos del azar y a los teatrales tonos del rigor, Chocho Llop apeló a algo que no refleja ninguna tabla de números ni promedios y quizá debiera cotizar algo más : el sentido común.
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