01.04.2011 - Si bien el testimonio oral y los mitos y leyendas son conceptos diferentes, ambos forman parte de la “historia oral” dentro de la ciencia histórica y eso, valga la redundancia, es todo un decir.
Crecimos con la idea de que Juan Domingo Perón fue un adusto hincha de Rácing. El tricampeonato académico (1949-50-51), el éxodo colombiano que no pasó por Avellaneda, el crecimiento de la masa societaria (de 14.415 en 1942 a 36.636 en 1949) y sobretodo la inauguración del Cilindro (1950) llamado oficialmente “Estadio Juan Domingo Perón” dieron por cerrado el tema de la simpatía futbolística del “Primer trabajador”.
Años más tarde, cuando los medios crecidos, aparecieron testimonios (orales) sobre los afectos futbolísticos de Perón que lo corrían de Rácing a Boca.
Antonio Cafiero (89) se refirió al asunto (2009): “Esta situación de si Perón era o no hincha de Boca se discutió mucho tiempo. Y yo lo explico muy claro: cuando era ministro de Isabel, un día la agarré a la salida de una reunión de Gabinete y, delante de mis ex colegas, le dije: ‘Compañeros, acá tenemos una testigo insobornable. Que diga Isabel de quién era hincha Juan Perón’. Y sin vacilar ella dijo: ¡de Boca Juniors!”.
Más allá del bien y del mal, en su dialéctica misturada de humor y horror, Cafiero remata la anécdota con un “Puede ser que Isabel haya hecho muchas macanas, pero eso de tergiversar un sentimiento de Perón, ya me parecería demasiado.”
Cafiero explica que la introversión de Perón sobre el caso respondía a cuidar la imagen sobre los hinchas de los demás clubes. En efecto, si bien se recuerda a Ramón Cereijo (padrino de Rácing por entonces a la vez que Ministro de Hacienda) como el más famoso de los mecenas futbolísticos de la época, el fútbol del primer peronismo también tuvo como beneficiarios a Boca (Raúl Mendé, secretario de Asuntos Técnicos de la Presidencia), Ríver (presidente Antonio V. Liberti, cónsul de Perón en Italia), Independiente (Valentín Suárez, funcionario de Evita en el Ministerio de Trabajo), San Lorenzo (José Constantino Barro, Ministro de Industria y Comercio), Vélez (Coronel Aníbal Imbert, amigo íntimo de Perón), Huracán (Oscar Pelliza, subsecretario de Educación), Lanús (Cayetano Giardulli, Ministro de la Corte Suprema bonaerense) y Ferro (Atilio Renzi, intendente de la residencia de Olivos y secretario privado de Evita).
Pero el testimonio de Cafiero no fue primicia. Ramón Cereijo (1913-2003) fue quién abrió el tema públicamente -en tiempos de la última dictadura 1976-1983- en un reportaje de la desaparecida revista “Estadio”:
“El general era simpatizante de Boca y no de Racing, como suponían muchos. Es más, en 1951, cuando se disputó la famosa final entre Banfield y Racing, Perón hinchaba por el primero. Usted sabe, es común que nos identifiquemos con los equipos más chicos”.
El periodista repregunta: “¿Entonces es falso el supuesto favoritismo de Perón con Racing?”. A lo que Cereijo responde tajante: “Totalmente. Fíjese, nosotros salvamos a Independiente y Huracán de que les remataran las sedes. Y también tiene el caso de San Lorenzo, que hoy no tiene un estadio como el de Racing por haber sido demasiado pretencioso en su momento.”
Un tercer testimonio reafirma la inclinación boquense de Perón. Roberto Baschetti (reconocido historiador del peronismo) que trae una anécdota de 1964 (Perón exiliado en España): Boca había perdido un amistoso con el Betis y Perón dijo: "La derrota de Boca no solo la sentí como simpatizante de ese club del cual soy hincha, sino que me costó pagarle una apuesta a mi jardinero que es rabioso simpatizante del Betis".
A los tres aportes orales (Cereijo, Cafiero y Baschetti), el coleccionista xeneize Pablo Batlle suma una foto (la que encabeza el post) desde su sitio en Facebook. Allí, el 9 de julio de 1953, se ve a Perón (como pocas veces) festejando sin disimulo el gol de Rolando a Ríver sobre la hora que le daba el triunfo a Boca (2-3) en la cancha de Ríver (acompañado de Milton Eisenhower, hermano del presidente estadounidense).
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