Cruzeiro es mas. Por local, por arañar el triunfo en La Plata (0-0) y por la técnica derrochada en su medio juego que conspira para los festejos anticipados. Porque este cúmulo de jugadores técnicos y explosivos tienen más fútbol que el limitado Estudiantes. Porque el Mineirao intimida; porque la historia (el pincha jamás ganó allí), las apuestas y los prejuicios lo confirman.
Minuto 0 ¿Cuántos goles va a hacer Cruzeiro?
Minuto 10 ¿Cuánto tiempo resistirá el arco de Estudiantes?
Minuto 20: ¿Cuánto aguantará jugando a ese ritmo (de presión y despegue)?
Minuto 45: ¿Cómo hará para aguantar un suplementario?
Minuto 52: ¿Cuántos goles más le meterá Cruzeiro después del 1-0?
Minuto 54: ¿Cuántas bengalas iluminarán el cielo?
Minuto 58: ¿Ahora (1-1) aguantará Estudiantes un suplementario?
Minuto 62: ¿Y si lo va a buscar?
Minuto 72: ¿Y ahora (1-2) que hace Cruzeiro?
Minuto 78: ¿Cómo se irá el público del Mineirao?
Minuto 89: ¿Qué harán con las reservas de los festejos?
Minuto 90: ¿Dónde guardarán la pólvora de las bengalas?
¿Ganó el rústico? ¿Ganó el obrero ante el anfitrión de frac? ¿Estudiantes logró una hazaña?
O puede decirse que Estudiantes salió a ganar una final según su estilo: concentrado, solidario, guapo, luchador, práctico, lógico, hábil y astuto. Que salió en un orden que no perdió, de atrás para adelante, abroquelado y de puntas sueltas a jugar con pierna y codo, voz y mando, insultos y zancadillas, agarrones y empujones, velocidad y reflejos, dientes y fútbol. Con laterales retenidos que fueron sorpresa, con dos líneas de cuatro compactas y con un Verón cósmico.
La desorientación de los defensores azules rechazando a cualquier parte en los minutos 80s fue la muestra gratis de un partido inolvidable. Cruzeiro perdía la final en su casa y boleaba desde su área. Estudiantes, ganando, jugaba en terreno contrario.
Y el equipo aguerrido le ganó al fino. El equipo de los centrales boleadores y ordinarios, el de Chapu Braña, el de Cellar a los pies, el de Boselli pifiando y corriendo a los centrales contrarios, el de Gata Fernández tirando sombreros, el de Verón tiki tiki, el de Benítez exquisito con botines de amianto. Y precisamente por eso ganó. Porque cada uno sabe lo que tiene que hacer y se pone la ropa que mejor le queda en pos de un objetivo común: ganar. Porque el azar se confabuló con la convicción. Y porque los partidos hay que jugarlos.
Minuto 0 ¿Cuántos goles va a hacer Cruzeiro?
Minuto 10 ¿Cuánto tiempo resistirá el arco de Estudiantes?
Minuto 20: ¿Cuánto aguantará jugando a ese ritmo (de presión y despegue)?
Minuto 45: ¿Cómo hará para aguantar un suplementario?
Minuto 52: ¿Cuántos goles más le meterá Cruzeiro después del 1-0?
Minuto 54: ¿Cuántas bengalas iluminarán el cielo?
Minuto 58: ¿Ahora (1-1) aguantará Estudiantes un suplementario?
Minuto 62: ¿Y si lo va a buscar?
Minuto 72: ¿Y ahora (1-2) que hace Cruzeiro?
Minuto 78: ¿Cómo se irá el público del Mineirao?
Minuto 89: ¿Qué harán con las reservas de los festejos?
Minuto 90: ¿Dónde guardarán la pólvora de las bengalas?
¿Ganó el rústico? ¿Ganó el obrero ante el anfitrión de frac? ¿Estudiantes logró una hazaña?
O puede decirse que Estudiantes salió a ganar una final según su estilo: concentrado, solidario, guapo, luchador, práctico, lógico, hábil y astuto. Que salió en un orden que no perdió, de atrás para adelante, abroquelado y de puntas sueltas a jugar con pierna y codo, voz y mando, insultos y zancadillas, agarrones y empujones, velocidad y reflejos, dientes y fútbol. Con laterales retenidos que fueron sorpresa, con dos líneas de cuatro compactas y con un Verón cósmico.
La desorientación de los defensores azules rechazando a cualquier parte en los minutos 80s fue la muestra gratis de un partido inolvidable. Cruzeiro perdía la final en su casa y boleaba desde su área. Estudiantes, ganando, jugaba en terreno contrario.
Y el equipo aguerrido le ganó al fino. El equipo de los centrales boleadores y ordinarios, el de Chapu Braña, el de Cellar a los pies, el de Boselli pifiando y corriendo a los centrales contrarios, el de Gata Fernández tirando sombreros, el de Verón tiki tiki, el de Benítez exquisito con botines de amianto. Y precisamente por eso ganó. Porque cada uno sabe lo que tiene que hacer y se pone la ropa que mejor le queda en pos de un objetivo común: ganar. Porque el azar se confabuló con la convicción. Y porque los partidos hay que jugarlos.
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