El 31 de marzo de 1976, a 7 días del golpe de estado, la AFA se quedó sin dirigentes. Carlos Lacoste, de la Marina, convocó a las oficinas tomadas del Ministerio de Acción Social al entonces presidente de Boca Júniors, Alberto J. Armando, para sugerirle que pidiera la renuncia de toda la cúpula de la Afa. Armando lo hizo pero el presidente de la Afa, David Bracutto (médico de la UOM, Unión Obrero Metalúrgica) rechazó el pedido. El 30 de marzo los militares golpistas bloquearon las cuentas de la Afa en el Banco Central y Bracutto debió abandonar el cargo. El 1 de mayo, el voto obediente y mayoritario de los presidentes de los clubes de fútbol permitió al abogado Alfredo Cantilo (hombre de Massera, jefe de la Marina) constituirse en el nuevo presidente de la Afa.
El 13 de abril, a pocas horas del superclásico Boca – Ríver, quedaban disponibles en la Bombonera unas 20.000 entradas. Ringo Bonavena moría asesinado en Reno, Nevada, el 22 de mayo. Una semana antes, Estudiantes y Huracán jugaban en La Plata; una bandera de Montoneros había aparecido en la tribuna visitante; durante el entretiempo cayó muerto un hincha, Gregorio Noya, que estaba en la platea acompañado de su hijo pequeño, por un balazo en la espalda que provino de afuera del estadio.
Hacia setiembre se leía en los diarios la resolución 309, que prohibía las transferencias internacionales de 66 futbolistas entre los que Menotti había elegido a Maradona, Bochini, Houseman, Gallego, Ardiles, Villa y Valencia.
El balance arrojaba ese año un superávit de $ 48.967.972 y a la tesorería de la AFA ingresaba por derechos de televisión la suma de $ 3.903.800. El Prode recaudaba casi siete veces más ($ 21.277.352), relación hoy impensada.
Argentina se presentaba al Preolímpico de Brasil –entre el 21 de enero y el 1 de febrero de 1977– con una buena tercera de Newell’s Old Boys, donde se alistaban, entre otros, Ricardo Giusti, Roque Alfaro y Marcelo Bielsa.
Los militares habían decidido organizar el Mundial. Sin embargo, su realización peligraba, porque en algunos países europeos se extendía la idea de que la Argentina se había convertido en un gran campo de concentración. Por eso, el brasileño Joao Havelange era presionado para llevarlo a su país. En el libro sobre el Mundial La vergüenza de todos, del periodista Pablo Llonto, puede leerse la tesis por la cual el régimen canjeó con el presidente de la FIFA la organización del torneo por la liberación de Paulo Antonio Paranaguá, hijo de un diplomático brasileño detenido por el Ejército en 1977 junto a su novia. "General, usted tiene mi palabra. La FIFA no pondrá en duda a la Argentina como organizadora y tendrán todo nuestro respaldo", le dijo Havelange a Videla, según el autor.
La decisión estaba tomada antes de echar a David Bracutto de la presidencia de la Afa, apenas dado el golpe de estado.
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