Quien haya visto la última ganadora del Oscar, “Slumdog Millonaire”, pudo quedar satisfecho de ver la particular fotografía india, pudo comentar la lineal banalidad argumental, recordar y bajar su música, comparar situaciones latinoamericanas, mistura de glamour y pobreza, ilegal aquel, consuetudinaria ésta. Después de todo, a esta altura, una regular película que se corra de la línea hollywoodense queda en la escalinata del premio.
Tópico subjetivo, claro. Hay quienes criticaron duramente a “Slumdog” (perro de tugurio), quienes la aplaudieron emocionados y quienes exhibieron la emoción en cámara la noche en que la película se llevó el más codiciado Oscar.
Pero también hay quienes opinan y concluyen que “Slumdog” arruinó los Oscar. No por falta de merecimientos sino por constituirse en otro caso de cine alternativo que se lleva el premio mayor.
La sola definición de “cine alternativo” identifica y localiza el foco de opinión. Así es que la Academia decidió aumentar el número de nominaciones a mejor película de cinco a diez. El número anterior estuvo dominado por películas no menores y al no tener “tanques” (Wall-E, El caballero de la noche, etc.) en el grupo, el rating de la ceremonia siguió bajando (la última edición contó sólo 36 millones de telespectadores).
El asunto es ensanchar la puerta para que pasen los tanques (“Up. Una aventura de altura”) a la nominación mayor y a sus millones de seguidores a tragarse las publicidades y los chistes de la ceremonia.
Luego, con más nominaciones, son necesarios menos votos para que una película gane y la “cantidad” de seguidores cobra fuerza para inclinar balanzas que siguen alivianando la “calidad”.
No preguntemos los precios a los que FIFA vende el espectáculo llamado fútbol; no preguntemos por el crecimiento de los cupos mundialistas, de los clasificados a las cada vez menos cualificadas copas continentales (que hace tiempo dejaron de ser copas de campeones para pasar a ser reunión de terceros y cuartos de liguillas y tablas extrañas); no preguntemos por la subdivisión de campeonatos ni por descensos de calculadora y porcentajes; no preguntemos porque el diez juega siempre bien los lunes y mal los domingos ni por qué el payaso mediático se enoja cuando Fabbri recuerda el “Ferro aburrido” de Griguol frente al Boca de Maradona; no preguntemos sobre la oficialidad de la Copa Suruga Bank; no querramos preguntar por qué pierden Ríver y Boca y no ganan Arsenal y Godoy Cruz.
Cuando los medios se visten de fines, los operadores se visten de diseñadores, los espectáculos de inversiones y los protagonistas de empleados ¿estamos frente a un mago invisible?
¿O acaso Slumdog arruinó los Oscar, Estudiantes arruinó la Libertadores y Vélez arruinó el Clausura?
Tópico subjetivo, claro. Hay quienes criticaron duramente a “Slumdog” (perro de tugurio), quienes la aplaudieron emocionados y quienes exhibieron la emoción en cámara la noche en que la película se llevó el más codiciado Oscar.
Pero también hay quienes opinan y concluyen que “Slumdog” arruinó los Oscar. No por falta de merecimientos sino por constituirse en otro caso de cine alternativo que se lleva el premio mayor.
La sola definición de “cine alternativo” identifica y localiza el foco de opinión. Así es que la Academia decidió aumentar el número de nominaciones a mejor película de cinco a diez. El número anterior estuvo dominado por películas no menores y al no tener “tanques” (Wall-E, El caballero de la noche, etc.) en el grupo, el rating de la ceremonia siguió bajando (la última edición contó sólo 36 millones de telespectadores).
El asunto es ensanchar la puerta para que pasen los tanques (“Up. Una aventura de altura”) a la nominación mayor y a sus millones de seguidores a tragarse las publicidades y los chistes de la ceremonia.
Luego, con más nominaciones, son necesarios menos votos para que una película gane y la “cantidad” de seguidores cobra fuerza para inclinar balanzas que siguen alivianando la “calidad”.
No preguntemos los precios a los que FIFA vende el espectáculo llamado fútbol; no preguntemos por el crecimiento de los cupos mundialistas, de los clasificados a las cada vez menos cualificadas copas continentales (que hace tiempo dejaron de ser copas de campeones para pasar a ser reunión de terceros y cuartos de liguillas y tablas extrañas); no preguntemos por la subdivisión de campeonatos ni por descensos de calculadora y porcentajes; no preguntemos porque el diez juega siempre bien los lunes y mal los domingos ni por qué el payaso mediático se enoja cuando Fabbri recuerda el “Ferro aburrido” de Griguol frente al Boca de Maradona; no preguntemos sobre la oficialidad de la Copa Suruga Bank; no querramos preguntar por qué pierden Ríver y Boca y no ganan Arsenal y Godoy Cruz.
Cuando los medios se visten de fines, los operadores se visten de diseñadores, los espectáculos de inversiones y los protagonistas de empleados ¿estamos frente a un mago invisible?
¿O acaso Slumdog arruinó los Oscar, Estudiantes arruinó la Libertadores y Vélez arruinó el Clausura?
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