Hemos visto un partido intenso, de menos fútbol que piernas y más despliegue que precisión. Boca fue a ver que hacía Gremio. Y Gremio tenía que hacer tres goles. Y en el apuro confundió de contrincante y creyó que el rival a vencer no era Boca sino el tiempo. En ese vértigo desordenado de pelotazos y corridas fundido con la concentración y la rusticidad de Boca resultó un protagonista tan prepotente como ambiguo, gomoso como las calles de Buenos Aires, elástico como un chicle, que iba y venía, que arremetía pero no pensaba y que atacaba sin punch. El despliegue de Gremio fue asombroso, el gasto que hizo en el primer tiempo fue descomunal. Precisamente por eso y después de estrellar dos tiros en los palos, el equipo brasileño jugó 75 de los 90 minutos. Entonces perdió el partido con su rival: el tiempo. Porque ya sin piernas, los defensores dejaron la pelota en los pies de Ibarra unos segundos más de lo debido (el tiempo perdido de no presionar) y llegó el primer gol de Boca que cerró la cortina. El tiempo que tarda un quipo en recuperar la pelota suele ser crucial a la hora de los resultados. De todos modos, Gremio ya había perdido el campeonato.
Riquelme coronó un torneo memorable como líder de Boca. Ledesma sigue en papeles destacables. Sebastián Saja y Martín Palermo siguen acumulando bloopers para la galería de groserías técnicas. Boca se lleva su sexta Copa Libertadores mirando hacia atrás, a ver si queda alguien más.
COPA LIBERTADORES DE AMERICA - FINAL (vuelta)
GREMIO (Brasil) 0 (0) vs. BOCA JUNIORS (Argentina) 2 (3)
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