Pero como fantasmas de los 90, los ecos de la privatización (llamada gerenciamiento) dejaron agujeros grandes en proporción a la escala de la destruída institución.
Si bien Eduardo Gilberto (titular del órgano Fiduciario que administra Rácing) presentó los avales para el pago de la última cuota de deuda verificada (u$s 5.7 millones) que debió haber pagado Blanquiceleste S.A., la empresa de Marín y Cía también se llevó el cobro adelantado de los años venideros de televisación.
Considerando que el estadio Juan Domingo Perón fue declarado Patrimonio Cultural de la Provincia de Buenos Aires (económicamente inoperable) y que las sedes sociales de Avellaneda y Villa del Parque no parecen representar el valor del pasivo actual de u$s 7 millones, Rácing debiera acudir a la consabida venta de jugadores del mínimo y actual plantel profesional.
Descuiden, los candidatos presentados a las inminentes elecciones lo saben desde hace algún tiempo y lejos de retraerlos a sus actividades privadas, la situación parece reavivarlos en los deseos de hacerse cargo de una institución más que vacía pero colmada de afición.
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