Finalmente, después de tantos años (8), Cesc Fábregas volvió a su casa.
Las lágrimas que derramó ayer Carlota Fàbregas fueron iguales a las que se le escaparon cuando su hermano se marchó en el 2003 pero la emoción fue distinta. Cesc se fue a Londres para labrarse un porvenir. Sin despedidas e hiriendo al hincha culé que sintió un gesto de traición. Sentada en la tribuna del Camp Nou, Carlota se tapó la cara cuando lo vio aparecer con la camiseta del Barça y el 4 a la espalda (igual que hace 8 años). Pero ahora, detrás de ella, había 30.000 personas aplaudiendo.
La carrera de Francesc Fàbregas Soler (Arenys de Mar, 04.05.1987) se caracterizó por la precocidad. «A los 16 debuté con el Arsenal, a los 18 jugué una final de la Champions, a los 19 participé en un Mundial, a los 21 fui capitán del Arsenal», contó ayer.
A los 7 años empezó a jugar a fútbol sala en el colegio La Presentació. A los 8 simultaneaba sus presencias con el CF Arenys y a los 9 con el equipo alevín de pibes mas grandes.
A los 10 lo fichó el Mataró. «Vino el Espanyol, y vendrá el Barça», avisó un técnico del Mataró a Francesc Fàbregas padre. Los dos grandes tenían un convenio con el club. Esa primera pulseada la ganó el Barça. Años más tarde, el Espanyol volvió a la carga con el mismo resultado. El Barça lo dejó en el Mataró aquella temporada de primer año de alevín. Cesc entrenaba martes y jueves con el Mataró mientras los lunes iba a Barcelona para entrenarse con sus futuros compañeros.
En el alevín A del Barça que entrenaba Rodolf Borrell se gestaba la célebre camada del 87. Cesc coincidió con Gerard Piqué, Marc Valiente, Marc Pedraza y Víctor Vázquez. Al quinteto de capitanes se les unió, en el Infantil A, un petiso callado que se llamaba Leo Messi. El equipo se tornó imbatible en Catalunya. Campeón sucesivamente de Liga hasta la categoría cadete A (el último entrenador de Fabregas fue Tito Vilanova, mano derecha de Guardiola).
Aquel equipo jugaba con el 3-4-3 que instauró Johan Cruyff a pesar de que hacía un lustro de la marcha del holandés (influencia de Carles Rexach). Vilanova intuyó que de aquel vivero saldrían futbolistas para el primer equipo. Pero no fue el único. Aquella temporada, los directivos del Barça atendieron menos la cantera que la crisis del club.
Los ecos de aquel equipazo llegaron a oídos de Francis Cagigao, un ojeador gallego que trabaja para el Arsenal. Empezó entonces el proceso de captación que sigue el club inglés. Cagigao se quedó prendido del cuatro (Cesc), lo siguió 5 partidos. Un técnico inglés viajó a Barcelona para verlo otros 5 partidos y luego, ambos coincidieron en otros 5 antes de avisar a Arsène Wenger.
Cesc y el Barça encadenaron la Liga, la Copa y el Campeonato de España (contra el Athletic en Albacete). Fue su último partido de azulgrana. Después partió al Mundial sub-17 de Finlandia (España perdió 0-1 la final con Brasil en Helsinki) y de ahí a Londres, a ver a Wenger.
No era la primera vez que lo veía. Había viajado a Londres con Francesc y Núria, sus padres, de incógnito meses atrás. Cesc ya tenía representante, Joseba Díaz. «Era necesario ya entonces. En el Barça te hacían firmar un contrato que por lo menos tenía 30 páginas», explicó Cesc padre. Los llevaron a Saint Albans, la casa del Arsenal, les mostraron las instalaciones, el comedor y la parábola del biombo: el obstáculo que separa al equipo de reservas del primer equipo. Entraron en una sala y, en una aparición efectista, irrumpió Wenger para presentar la oferta y los planes que tenía para Cesc. El jugador, en la frontera de los 16 años, no dudó ante un futuro oscuro en el Barça. No había interlocutor en el club, sumido en una crisis institucional con Gaspart y un inminente proceso electoral. Tuvo que comunicar su marcha con un burofax a las oficinas.
Era un contrato de cuatro años, diseñado como una beca. Viviría en una casa particular. El Arsenal invitó a Albert, Jaume y Toni, sus mejores amigos, para que pasaran un fin de semana en Londres con él. Francesc y Núria fueron avisados del debut. Fue el 23 de octubre del 2003 en la Copa de la Liga ante el Rothertam. Cesc tenía 16 años y 177 días. Fue su primer récord de precocidad.
Si bien convivía (ya) con Henry, Campbell, Ljunberg y Senderos, no estaba previsto que jugara con el primer equipo hasta la 2º temporada, pero «Wenger me ofreció el 4 de Vieira», llamó Cesc ilusionado a Arenys. Tres años después (2008), le entregó el brazalete de capitán.
Desde entonces, el Barça ya andaba al acecho. Se planteó recuperarlo en el tramo final de la era Rijkaard (para sustituir a Deco), pero el fichaje de Guardiola y la moción de censura a Laporta sumieron al Barça en la incertidumbre. El Real Madrid quiso anotarse un fichaje propagandístico. Predrag Mijatovic, el director técnico durante el mandato de Ramón Calderón, le ofreció 6 millones limpios anuales y cinco años de contrato. Se llevó una negativa. La misma que escuchó el emisario de turno madridista que una vez al año le tanteó. Cesc ya miraba al Camp Nou. Hace más de un año que se comprometió, con el Barça de Laporta, firmando un contrato provisional a la espera de que el Arsenal le abriera la puerta para volver a casa.
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